Había una vez un lugar muy lejano, perdido
en la inmensidad de un bosque, donde abundaban los arrayanes, cuyos gruesos
troncos color canela,
apenas dejaban pasar el sol entre el follaje, formando manchas claras y
rojizas, que en un juego de luces fascinantes cercaban un hermoso y espejado
lago.
Allí,
vivía un hermoso Ruiseñor Azul que siempre le cantaba y le bailaba a un amigo
que solo el conocía, que solo él sabía cuándo aparecía y desaparecía, ese amigo
era un tal Pepe Aladino, quien junto al Ruiseñor Azul se pasaban horas y
horas cantando y bailando al lado del lago.
Los
otros animalitos del bosque, siempre se escondían entre los arrayanes y demás
árboles, para verlos y escucharlos. Sabían que el Ruiseñor y Pepe Aladino, se
encontraban únicamente cuando sonaba una bella y lejana música de violín que
de a poco a poco iba aumentando su intensidad y melodía, ayudada por el silencio
que le guardaban los animalillos.
Sabían que Pepe Aladino,
salía solamente de las profundidades del lago apenas comenzaba a sonar el
violín, y justo en ese instante siempre lo esperaba campante el Ruiseñor
Azul, que con su canto de bienvenida más el canto de su amigo Pepe Aladino,
llenaban de fiesta al bosque, y por supuesto de alegría a todos los
animalitos que allí vivían.
El
castor, la ardillita, la nutria, el venadito, el pájaro carpintero, el piquituerto, el cascanueces, el
glotón, la marta, y muchos otros animalitos se encontraban todos juntitos
siempre cuando empezaba a sonar
el violín, salían de sus escondites o venían de vaya a saber qué lejanos
lugares, a no perderse el encuentro entre Pepe Aladino y el Ruiseñor Azul.
La ardillita había notado que su primo el ratón nunca estaba con ellos para el canto y baile de Pepe
Aladino y el Ruiseñor Azul, y pensaba...-Qué raro, no le
gustará… ¿Dónde estará el ratoncito?
El
pájaro carpintero sabía que ese violín que tan dulce sonaba, le había dado
forma él con su pico, aunque juntos a los demás animalitos se preguntaba
quién lo hacía sonar, y cuál era el encanto que inspiraba a Pepe Aladino
dejar las profundidades del lago, salir y luego bailar y cantar junto al
magnífico Ruiseñor Azul.
El castor empezó a notar
preocupada a su amiga la ardillita, entonces le dijo al venadito: -debemos
buscar al ratón, ¿no estará enfermo, y perdido por ahí?, y todos los
animalitos decidieron reunirse para organizar la búsqueda y el rescate del
ratoncito.
El pájaro carpintero recordaba que cuando talló el
violín, el ratoncito siempre
lo acompaño y hasta lo ayudó.En principio decidieron buscarlo en las
proximidades del lago. La nutria nadó por debajo del agua buscando rastros
del ratoncito, y desde la orilla el castor vació de alimentos sus chozas y las puso a su
disposición, mientras la ardillita en tierra firme desenterraba cada bellota
que iba encontrando y que había almacenado para el invierno, los mismo hizo
el cascanueces que entregó todas las nueces y piñones, que había almacenado
bajo tierra, también para hacer frente al duro invierno en las montañas.Como
la búsqueda del ratoncito en su primer intento, no arrojó resultados,
hicieron planos y rutas de búsqueda desde tempranito hasta que se puso el
sol, y cada unos de los animalitos ayudó con lo que pudo, hasta que
terminaron la jornada muy cansaditos, durmieron y descansaron hasta el
amanecer.Muy al alba y organizados en pareja salieron entre los
arrayanes, abedules,
pinos y abetos, hasta dar con alguna pista.
La Marta con sus patas
largas en garras se desplazaba con facilidad de un árbol a otro en busca del
ratoncito, el pájaro carpintero con su pico y taladre iba abriendo camino a
la excursión, y en el largo recorrido
el glotón fue sacando sus presas escondidas para compartir con la
expedición.El tiempo fue pasando y pasando, hasta que, fue el venadito que
allí a los lejos divisó una cabaña entre los matorrales del sotobosque, y
al instante en que daba
el alerta a los otros animalitos, se escuchó una jocosa y rechinante
carcajada que fue en aumento hasta convertirse en un grito desgarrante, entre
el hedor allí reinante. Todos los animalitos estupefactos dijeron: ¡Oh… la
Horrible Durmiente….!
Sabían, por que la
habían visto alguna vez, que esa Horrible Durmiente, mezcla de hada, bruja y
lechuza, en sus lamentos vomitaba hiel de sus entrañas. Los animalitos, todos
aterrorizados se fueron dispersando, volviéndose el lugar un reino de terror
y espanto.
La ardillita,
haciéndose del coraje que no tenía, se
había escondido en una madriguera, y así pudo ver como la
Horrible Durmiente de
tantos alaridos mezclados con risotadas se fue apagando hasta quedar
profundamente dormida, y justo en ese preciso instante pudo ver a su primo el
ratoncito, huir de la cabaña con un violín de madera plateada acuesta y
perderse en la inmensidad del bosque.
No pasó mucho tiempo,
en que volvió a escucharse el violín encantador, que fue reuniendo
rápidamente a todos los animalitos alrededor del lago, mientras el ratoncito
deslizando con ensueño un arco
curvado con una cinta dorada de crines de caballo sobre el violín, hizo brotar del
lago a Pepe Aladino, quien al ver al Ruiseñor Azul, una vez más, bailaron y
cantaron llenando de alegría y gozo el bosque.
Colorín y colorado, este cuento se
ha acabado.
Ramón H. Alvarez
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