miércoles, 13 de marzo de 2013

BERGOGLIO




MAESTRIA DE ESTUDIOS SOCIALES PARA AMERICA LATINA (UNSE)

MATERIA: ANALISIS DEL DISCURSO: Profeso: Samuel SCHKOLNIK .


TEMA: HOMILÍA COMPLETA DEL CARDENAL BERGOGLIO
             TEDÉUM DEL 25 DE MAYO de 2006

                                                                           
AUTOR:    RAMON H. ALVAREZ



                                                                              

                                                                                          17 de Agosto, 2006

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HOMILÍA COMPLETA DEL CARDENAL BERGOGLIO
TEDÉUM DEL 25 DE MAYO de 2006


Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, en el solemne Tedéum celebrado el 25 de mayo de 2006

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los mansos, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que lloran, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.”

(Mt. 5:1-12)



En este día de acción de gracias por la Patria escuchamos el pasaje de las Bienaventuranzas que nos hablan de dicha y de bendición, de horizonte gozoso de ser. Jesús, el "Testigo Veraz" de la alegría de ser porque dio su vida por la bienaventuranza de todos, nos ilumina y nos nutre hoy con su programa.
Las Bienaventuranzas el Señor las dijo para todos y, si es verdad que marcan con claridad nuestras zonas de sombra y de pecado, también es verdad que comienzan con una bendición y terminan con una promesa que nos consuela. Dios congregó a su pueblo en torno a la verdad, al bien y a la belleza que proclaman las Bienaventuranzas. Ojalá que al escucharlas no busquemos aplicarlas críticamente a los demás, sino que las recibamos enteras todos, cada uno con corazón simple y abierto, y permitamos que la Palabra nos congregue una vez más, siempre en la esperanza de construir la Nación que nos debemos.
En el día de la Patria nos hará bien hacer un breve recorrido por estas Bienaventuranzas; cada uno de nosotros reflexionando pausadamente en ellas y preguntándonos qué significan hoy para mí, no para el que tengo al lado o para el vecino de enfrente. Recorrer las Bienaventuranzas lentamente, en una especie de "cadencia sapiencial", procurando que su significado me llegue al corazón.

2. Hoy nos sentimos llamados -todos, sin excepción- a confrontarnos con este testimonio que brota del sentimiento íntimo de Jesús. Estamos llamados a una vocación: construir la dicha, unos por los otros: es lo que nos llevaremos de este mundo. En las Bienaventuranzas el Señor nos indica el camino por donde los seres humanos podemos encontrar la felicidad más auténticamente humana y divina. Nos proporciona el espejo donde mirarnos, el que nos deja saber si vamos por el sendero de serenidad, de paz y de sentido en que podemos disfrutar de nuestra existencia en común. La Bienaventuranza es simple y, por eso mismo, es un trayecto por demás exigente y un espejo que no miente. Rehúye al eticismo descomprometido y a la moralina barata.

3. En la conmemoración de las jornadas de Mayo, volvemos a aquellos padres de la Patria quienes, en su gesta, soñaron la bienaventuranza para nuestros pueblos que aspiran a crear ciudadanía. También en aquellos tiempos jugaban las ilusiones... y la pureza de la inspiración de los ideales se entrecruzaba con las ambiciones fáciles, algunas veces oscuras.
Después de todo, ello es parte de la historia de todos los pueblos, y no venimos a juzgar ni pretender separar el trigo de la cizaña, sino a celebrar el legado del que nacimos, porque a pesar de las miserias y con ellas, tenemos un hogar. Venimos a celebrar pero no debemos dejar de preguntarnos si sigue siendo vocación nuestra él concretar aquellos deseos de bienaventuranza, si el ser ciudadanos se nos ha devaluado hasta llegar a ser un mero trámite o sigue siendo el llamado hondo a procurar la alegría y la satisfacción de construir juntos un hogar, nuestra Patria.

4.  El Señor comienza hablando de la alegría que sólo experimentamos cuando tenemos alma de pobres. En nuestro pueblo más humilde encontramos mucho de esta bienaventuranza: la de los que conocen la riqueza de la solidaridad, la riqueza del compartir lo poco, pero compartirlo; la riqueza del sacrificio diario de un trabajo, a veces inestable y mal pago, pero hecho por amor a los suyos; la riqueza incluso de las propias miserias pero que, vividas con confianza en la Providencia y en la Misericordia de nuestro Padre Dios, alimentan en nuestro pueblo esa grandeza humilde de saber pedir y ofrecer perdón, renunciando al odio y la violencia.
Sí, la riqueza de todo pobre y pequeño, cuya fragilidad y vulnerabilidad expuesta le hace conocer la ayuda, la confianza y la amistad sincera que relativiza las distancias. Para ellos, dice Jesús, es "el Reino de los Cielos"; sólo así, imitando esa misericordia de Dios, se obtiene un alma grande capaz de abarcar y comprender, es decir de "obtener", como dice el Evangelio, misericordia.

5. Necesitamos de la amistad social que cultivan los pobres y los pequeños, la que sólo satisface cuando se da por completo a los otros. Dios nos libre de la "malaventuranza" de una permanente insatisfacción, del encubrimiento del vacío y la miseria interior con sustitutos de poder, de imagen, de dinero. La pobreza evangélica, en cambio, es creativa, comprende, sostiene y es esperanzada; desecha la "actuación" que sólo procura impresionar; no necesita propaganda para mostrar lo que hace, ni recurre al juego de fuerzas para imponerse.
Su poder y autoridad nace de la convocatoria a una confianza, no de la manipulación, el amedrentamiento o la prepotencia.

6. Felices son también los corazones que se "afligen". Los que lloran por el desgarro entre el deseo de esa plenitud y de esa paz que no se alcanzan y postergan, y un mundo que apuesta a la muerte. Felices los que por esto lloran, y llorando apuestan al amor aunque se encuentren con el dolor de lo imposible o de la impotencia. Esas lágrimas transforman la espera en trabajo en favor de los que necesitan y en siembra para que cosechen las generaciones por venir. Esas lágrimas transforman la espera en solidaridad verdadera y compromiso con el futuro. Por ello, felices, entonces, los que no juegan con el destino de otros, los que se animan a afrontar el desafío de construir sin exigir ser protagonistas de los resultados, porque no le tienen miedo al tiempo. Felices los que no se rinden a la indolencia de vivir el instante sin importar para qué o a costa de quienes, sino que siempre cultivan a largo plazo lo noble, lo excelente, lo sabio, porque creen más allá de lo inmediato que viven y logran.

7. La "malaventura" es precisamente lo contrario: no aceptar el dolor del tiempo, negarse a la transitoriedad, mostrarse incapaz de aceptarse como uno más del pueblo, uno más de esa larga cadena de esfuerzos continuos que implica construir una nación. Tal vez ésta ha sido una causa de tantas frustraciones y fracasos que nos han llevado a vivir en vilo, en permanente sobresalto. En el hábito de polarizar y excluir, en la recurrencia de crisis o emergencias, los derechos pierden terreno, el sistema se debilita y se lo vacía indirectamente de legitimidad. Los mayores precios son pagados entonces por los más pobres, y crecen las posibilidades de oportunistas y ventajeros.

8. Justamente este apostar al tiempo y no al momento es lo que Jesús ensalza como paciencia o mansedumbre. "Felices los pacientes porque recibirán la tierra en herencia". Es bueno recordar que no es manso el cobarde e indolente sino aquel que no necesita imponer su idea, seducir o ilusionar con mentiras, porque confía en la atracción -a la larga irresistible- de la nobleza. Por eso nuestros hermanos hebreos llamaban a la verdad "firmeza" y "fidelidad": lo que se sostiene y convence porque es contundente, lo que se mantiene a lo largo del tiempo porque es coherente. La intemperancia y la violencia, en cambio, son inmediatistas, coyunturales, porque nacen de la inseguridad de sí mismo. Feliz por eso el manso, el que se mantiene fiel a la verdad y reconoce las contradicciones y las ambigüedades, los dolores y fracasos, no para vivir de ellos, sino para sacar provecho de fortaleza y constancia.

9. Desdichado el que no se mantiene mansamente en la verdad, el que no sabe en qué cree, el ambiguo, el que cuida a toda costa su espacio e imagen, su pequeño mundito de ambiciones. A éste -tarde o temprano- sus miedos le estallarán en agresión, en omnipotencia e improvisación irresponsable. Desdichado el vengativo y el rencoroso, el que busca enemigos y culpables sólo afuera, para no convivir con su amargura y resentimiento, porque con el tiempo se pervertirá, haciendo de estos sentimientos una pseudo-identidad, cuando no un negocio. ¿Cuántas veces hemos caído los argentinos en la "malaventuranza" de no haber sabido conservar tal mansedumbre? En la "malaventuranza" del internismo, de la constante exclusión del que creemos contrario, de la difamación y la calumnia como espacio de confrontación y choque. Desdichadas actitudes que nos encierran en el círculo vicioso de un enfrentamiento sin fin. ¿Cuántos de estos caprichos y arrebatos de salida fácil, de "negocio ya", de creer que nuestra astucia lo resuelve todo, nos ha costado atraso y miseria? ¿No reflejan acaso nuestra inseguridad prepotente e inmadura?

10. Felices, en cambio, si nos dejamos convocar por la fuerza transformadora de la amistad social, ésa que nuestro pueblo ha cultivado con tantos grupos y culturas que poblaron y pueblan nuestro país. Un pueblo que apuesta al tiempo y que conoce la mansedumbre del trabajo, el talento creativo e investigador, la fiesta y la solidaridad espontánea, un pueblo que supo ganar o "heredar la tierra" en la que vive.

11. Este es el verdadero trabajo por la paz, como dice otra de las Bienaventuranzas, el que incluye y recrea, el que invita a convivir y compartir aun a los que parecen adversarios o son extranjeros. El que piensa del otro: éste no puede ser sino 'hijo de Dios'; hijo de lo alto en su fe e hijo de esta tierra en su cultura. La paz comienza a afianzarse cuando miramos al otro como hijo de Dios, como hijo de la Patria. Por eso decimos hoy: felices aquellos de nuestros mayores que trabajaron por la paz para nuestros pueblos y se dejaron pacificar por la ley, esa ley que acordamos como sistema de vida y a la que una y otra vez debemos volver a poner en lo más alto de nuestros corazones.

12. ¡Pobre el que burla la ley gracias a la cual subsistimos como sociedad! Ciego y desdichado es, en el fondo de su conciencia, el que lesiona lo que le da dignidad. Aunque parezca vivo y se jacte de gozos efímeros ¡qué carencia!. La anomia es una "malaventuranza": esa tentación de "dejar hacer", de "dejar pasar", ese descuidar la ley, que llega hasta la pérdida de vidas; esa manera de malvivir sin respetar reglas que nos cuidan, donde sólo sobrevive el pícaro y el coimero, y que nos sumerge en un cono de sombra y desconfianza mutua. Qué dicha en cambio siente uno cuando se hace justicia, cuando sentimos que la ley no fue manipulada, que la justicia no fue sólo para los adeptos, para los que negociaron más o tuvieron peso para exigir, ¡qué dicha cuando podemos sentir que nuestra patria no es para unos pocos! Los pueblos que a menudo admiramos por su cultura, son los que cultivan sus principios y leyes por siglos, aquellos para los cuales su ethos es sagrado, a pesar de tener flexibilidad frente a los tiempos cambiantes o las presiones de otros pueblos y centros de poder.

13. Qué desventurados en cambio somos cuando malusamos la libertad que nos da la ley para burlarnos de nuestras creencias y convicciones más profundas, cuando despreciamos o ignoramos a nuestros próceres o al legado de nuestro pasado, cuando incluso renegamos de Dios, desentendiéndonos de que en nuestra Carta Magna lo reconocemos "fuente de toda razón y justicia". El maduro acatamiento de la ley, en cambio, es el del sabio, el del humilde, el del sensato, el del prudente que sabe que la realidad se transforma a partir y contando con ella, convocando, planificando, convenciendo, no inventando mundos contrapuestos, ni proponiendo saltos al vacío desde equívocos vanguardismos.

14. Éste el camino de los justos; el que emprenden los que tienen hambre y sed de justicia y que, al vivirla, "ya son saciados" como nos dice el Evangelio. Feliz el que cultiva el anhelo de esa justicia que tanto procuramos a lo largo de nuestra historia; anhelo que posiblemente nunca se saciará por completo, pero que nos hace sentir plenos al entregarnos en pos de la mayor equidad. Porque la justicia misma estimula y premia al que arriesga y se desgasta por ella y da oportunidad al que trae esfuerzos genuinos y sólidos. Feliz el que practica la justicia que distribuye según la dignidad de las personas, según las necesidades que esta dignidad implica, privilegiando a los más desprotegidos y no para los más amigos. Feliz el que tiene hambre y sed de esa justicia que ordena y pacifica, porque "pone límites a" los errores y las faltas, no las justifica; porque contesta el abuso y la corrupción, no la oculta ni encubre; porque ayuda a resolver y no se lava las manos, ni hace leña del árbol caído. Felices nosotros si la apelación a la justicia nos hace arder las entrañas cuando vemos la miseria de millones de personas en el mundo.

15. Desdichados en cambio si no nos quema el corazón ver cómo en las calles, en las mismas puertas de las escuelas de nuestros hijos, se comercian drogas para destruir generaciones, convirtiéndolas en presa fácil del narcotráfico o de los manipuladores de poder. Desdichados porque se paga muy caro el drenaje de la cultura hacia lo superficial y el escándalo marketinero, (expresiones de desprecio de la vivencia espiritual que buscan avivar el vacío); se pagan muy caro la mentiras y la seducción demagógica para transformarnos en simples clientes o consumidores. Abramos los ojos, no es esclavo el que esta encadenado, sino el que no piensa ni tiene convicciones. No se es ciudadano por el solo hecho de votar, sino por la vocación y el empeño construir una Nación solidaria.

16. Felices por eso los limpios de corazón que no temen poner en juego sus ideales, porque aman la pureza de sus convicciones vividas y transmitidas con intensidad sin esperar los aplausos, el relativo juicio de las encuestas o la ocasión favorable de mejores posiciones. No cambian su discurso para acceder a los poderosos ni lo vuelven a desvestir para ganarse el aplauso efímero de las masas. Bienaventurados los limpios de corazón que informan, piensan y hacen pensar sobre estas cosas fundamentales y no nos quieren distraer con hechos secundarios o banales. Los que no entregan su palabra o su silencio a los que dominan, ni quedan atrapados en sus dictados.

17. Bienaventurados los jóvenes limpios de corazón que se juegan por sus deseos nobles y altos, y no se dejan arrastrar por la desilusión de las mentiras y la absurda inmadurez de muchos adultos. Los que se animan al compromiso más puro de un amor que los arraigue en el tiempo, que los haga íntegros por dentro, que los una en un proyecto. Los que no se dejan atomizar por las ocurrencias, las ofertas fáciles o el pasar el momento. Felices si se rebelan por cambiar el mundo y dejan de dormir en la inercia "del no vale la pena". La bienaventuranza es una apuesta trabajosa, llena de renuncias, de escucha y aprendizaje, de cosecha en el tiempo, pero da una paz incomparable. Felices si seguimos el ejemplo de los que se animan a vivir con coherencia aunque no sean mediáticos.

18. Posiblemente la pureza de un corazón que ama sus convicciones, provoque rechazo y persecución. De hecho, Jesús sufrió el rechazo de nuestra necedad cada vez que removió nuestra maldad más profunda hipócritamente disfrazada. Y sin embargo allí también nos llama a ser felices. Felices los "perseguidos por causa de la justicia" que para Él y para sus compatriotas era la de Dios y su Reino. Y nos llama a la alegría incluso cuando nuestras convicciones coherentes despierten no sólo rechazo, sino calumnias, insultos y persecución. Por supuesto que no se trata ni de la actitud del temerario que necesita de la rebeldía o del coqueteo con la muerte para sentirse alguien, ni del que exhibe denuncias, protestas o escisiones para sacar réditos personales. Tampoco bendice Jesús la rigidez cobarde del soberbio que utiliza la verdad para no arriesgarse a la misericordia. La causa no es de opacas idealizaciones, sino de amor: es persecución por El, por su Persona, por la Vida que transmite y, por tanto, por la lucha en favor de todo ser humano y sus derechos. Es lucha por todo bien y verdad que tienda a la plenitud; por el deseo de ser hermanos en esta tierra, es decir, de aceptarnos diferentes en la igualdad. Felices si somos perseguidos por querer una patria donde la reconciliación nos deje vivir, trabajar y preparar un futuro digno para los que nos suceden. Felices si nos oponemos al odio y al permanente enfrentamiento, porque no queremos el caos y el desorden que nos deja rehenes de los imperios. Felices si defendemos la verdad en la que creemos, aunque nos calumnien los mercenarios de la propaganda y la desinformación.

19. El mismo Jesús sufrió toda clase de injurias e inventos maliciosos, vio cómo facciones rivales se unían contra Él; oyó falsos testimonios de los desinformadores; tuvo defensores imprudentes que ensayaron rigideces y se quedaron con la realidad de su cobardía. Conoció la traición de los que señalaban con la izquierda y cobraban denarios con la derecha.

20. Felices, queridos hermanos, si construimos un país donde el bien público, la iniciativa individual y la organización comunitaria no pugnen ni se aíslen, sino que entiendan que la sociabilidad y la reciprocidad son la única manera de sobrevivir y, Dios mediante, de crecer ante la amenaza de la disolución. Nadie puede llegar a ser grande si no asume su pequeñez. La invitación de las Bienaventuranzas es un llamado que nos apremia desde la realidad de lo que somos, nos entusiasma, lima los desencuentros. Nos encamina en un sendero de grandeza posible, el del espíritu, y cuando el espíritu está pronto todo lo demás se da por añadidura. Animémonos, pues, con el espíritu valiente y pleno de coraje, aun en medio de nuestras pobrezas y limitaciones; y pidámosle a Dios que nos acompañe y fortalezca en la búsqueda de las Bienaventuranzas de todos los argentinos. Buenos Aires, 25 de mayo de 2006.
 
  Card.   Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires


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ANÁLISIS DE LA HOMILÍA DEL CARDENAL BERGOGLIO, EN EL TEDÉUM DEL 25 DE MAYO de 2006



INTRODUCCION: Antes de derivar al análisis de la homilía, adjunto compendio de documento del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano)[1], a modo de complemento y respaldo teórico del trabajo, con sus principales conceptos –a mi entender- que facilitaron y justificaron en cierta forma el abordaje utilizado.

ANÁLISIS DE LA HOMILÍA: En lo que pudo haber resultado una homilía [1] más, no lo fue -sin duda-, sin perjuicio, de que en los días festivos y en las celebraciones sacramentales, la comunidad eclesial reunida y la feligresía en general -con razón- espera de sus jefes una palabra de orientación y de aliento.

   El contexto previo en la compleja RELACIÓN ESTADO-IGLESIA, instalado prácticamente hace dos años, mostraba rasgos –al menos- de incertidumbre, alta dosis de duda, desconfianza y vacilación entre las partes. La sociedad recibió una señal especial, sea por lo denotado, sea por lo connotado.
   Sorpresa e impredecibilidad, fue lo que provocaron algunos hechos y circunstancias conexas a dicho oficio religioso, y es que, en el contexto de la aparente tirantez y/o desconfianza que mutuamente se “dispensan”, jerarquía eclesiástica y ejecutivo nacional, surgió lo que podría entenderse como un gesto –paradójico por cierto- de “reconciliación persuasiva”. Se podrá discrepar, si hubo o no reconciliación, y en qué grado y magnitud temporal a tal efecto, diversas podrán ser las interpretaciones, pero de algo, seguramente, poco hay para dudar: en nuestro país, la jerarquía eclesiástica el día 25 de Mayo de 2006 recuperó: autoridad,  y espacio de poder, situación no observada –al menos con este carácter- en los últimos cinco años.
   Sin duda, muchos son los factores y puestos de análisis que bien podrían corresponderse con el “cambio de relaciones”  -si las hubo-, pero no constituyen el punto central de este trabajo.
  
   Sorprendente como sagaz resultó el cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina [1], en el solemne Tedeum [1] celebrado el 25 de mayo de 2006, al lograr llevar la ceremonia religiosa hasta el final, sin sobresaltos. Empleando un tono moderado e íntimo, de amigo, del discípulo (discípulo de la Palabra), promovió cierta «empatía», y logró la comunicación –tensa por cierto-, al no dar la impresión de hablar «ex cathedra», sino, coloquialmente con hermanos y amigos; así mismo, evitó el tonillo clerical, doctoral, en tanto y en cuanto la homilía fue escuchada en su totalidad por los calificados concurrentes e integrantes del ejecutivo nacional: El señor Presidente, su Señora esposa, y prácticamente todo el gabinete –amen de los demás funcionarios e invitados-.
  
     En relación a lo referido precedentemente, de interés resulta el aporte de Omer Silva V.[1], cuando en el ensayo:  “El Análisis del discurso según Van Dijik y los estudios de la comunicación”, con el subtítulo: LOS PRINCIPIOS EN LA ACCION DEL ANALISIS DEL discurso (AD) en el punto 2., acerca de dicho contexto nos señala:

“el discurso debe ser estudiado preferentemente como constituyente de su situación local, global, socio-cultural. De muchas maneras los discursos orales y escritos indican, reflejan o señalan su pertenencia contextual. Así las estructuras contextuales se deben observar y analizar en detalle y también como posibles consecuencias del discurso: ambiente, participantes, roles comunicativos, metas, conocimiento relevante, normas y valores, o estructuras institucionales u organizacionales, etc.”


   Retomando el escenario, volvemos a algunas características del Tedeum: se observó un auditórium, con aparente “mucha atención” y, probablemente para algunos, con el mejor “estoicismo” posible, cuando no disimulo, ante el devenir de un tono de voz, pastoral, sereno, cautivante, por momentos “celestial”, sin embargo, el Primado no renunció a su carácter frontal y original, y con gran precisión y sutileza a la hora de marcar e indicar las deudas y “malaventuranzas” de los cristianos y sociedad en general, se mostró cuestionador e interrogativo.[1]
   En tal atmósfera, tampoco resulta difícil no darse cuenta, de los innumerables recursos con lo que cuenta potencialmente el auditorio, a la hora de manifestar o evidenciar su disconformidad con lo que está escuchando, lo cual se conoce, puede ir desde signos corporales en general, hasta aquellos faciales, gestuales, fonéticos o activos en particular, o de  otra índole, como tampoco es difícil deducir el impacto social resultante e inmanente -de haber sucedido-, entre otros aspectos, por el solo hecho de la exposición plena ante las cámaras televisivas. Bien nos sirve  como ejemplo, aquel 2 de abril de 1987, cuando después de la homilía del monseñor José Miguel Medina, en la capilla Stella Maris,  a la que asistía el Presidente Alfonsín, se suscitó una polémica con ribetes excepcionales.[1]
   Cuando repasamos el estado de relaciones del actual gobierno nacional con sus potenciales “enemigos” (gran parte de la iglesia, algunos políticos de la oposición, ciertos periodistas, un gran sector de militares en actividad y retirados, algunos  empresarios, y cualquier otro estamento primordial en lo que hace a la composición del poder como tal en nuestro país),  uno no puede dejar de sorprenderse por la compostura  puesta de manifiesto –principalmente- por el Sr. presidente Kichner y su Señora esposa al escuchar el sermón.
   En este contexto, interesante resulta recordar que apenas un año atrás, 25 de mayo de 2005, se interrumpió una tradición de 195 años de historia argentina, por la ausencia de la máxima investidura presidencial y sus acompañantes de rigor al Tedeum en la Catedral Metropolitana.
  
    Inimaginable como imposible resultaría, en el presente, la viabilidad de una entrevista llevada a cabo por algún periodista del país –por no decir del confín que sea- a la persona del Sr. Presidente, pergeñada de tal manera que, torne factible el hecho de poder verbalizarle o trasmitirle –en términos argumentativos- lo mismo que escuchara esa mañana de parte del cardenal Bergoglio.
  Se  insiste: que Kirchner –al menos públicamente- reciba un monologo de 20 o más minutos de duración, de parte de algún periodista o entrevistador,  en el estilo y contexto en que lo hizo el Primado, no existe. Lo logró la Iglesia Católica a través de su máxima investidura en nuestro país.
  Interesante es recordar –según lo indica la tradición y las formas- del Te Deum [1] que el Gobierno es el que pide este oficio religioso de invocación a Dios por la patria.
  
   Claro que, imaginariamente, si la homilía hubiera prescindido –lo cual es imposible- de términos y  frases como: acción de gracias, Bienaventuranzas,  bendición, Jesús, Señor, pecado, Dios, palabra, divina, providencia, misericordia, padre dios,  “el reino de los cielos”, evangelio,  malaventuranzas,  pobreza evangélica, “felices los pacientes por que recibirán la tierra en herencia”, e hijo de Dios; habríamos dejado de ser testigos directos o indirectos de tal “encuentro”, aún sin des-argumentar lo dicho y escuchado públicamente, puesto que, ante un potencial análisis y con el “cribado” de lo inmanente a la naturaleza religiosa, el argumento y testimonio en sí, aún parecen mantenerse prácticamente fiel e inmodificables.
   Y es, en este último contexto, donde intentaré abordar el análisis de la homilía, pues creo en especial en este caso, en la inalterabilidad del argumento en general y, probablemente –con el respeto que se merece- en particular también, sin perjuicio del elemento vital de toda buen homilía, en tanto y en cuanto signifique la aplicación del mensaje a la vida de la comunidad y de cada uno de los que la integran.

   En sintonía con lo expresado, recurrimos nuevamente a Omer Silva, cuando en “El Análisis del discurso según Van Dijik y los estudios de la comunicación”, en el punto seis, con el subtítulo: EL AD CRITICO: (o Análisis Crítico del Discurso) nos expresa:

“A pesar de que podamos involucrarnos activa o pasivamente en los aspectos sociales del AD y de un modo también lejano o desinteresado siempre tendremos en frente de nuestro trabajo las normas dominantes que requiere todo trabajo intelectual o académico con el fin de ser "objetivo". Igualmente nos comprometemos en los temas y/o fenómenos a estudiar. Como tal debemos asumir una posición más cuestionadora de la realidad circundante, principalmente cuando se trata de cómo los discursos orales y escritos reproducen el abuso de poder, la dominación o la desigualdad social. A esto es lo que van Dijik denomina "AD crítico" cuyo exponente explicita siempre su posición social y política; asumir una posición con el fin de descubrir, desmitificar y, al mismo tiempo, "desafiar" una posición o dominación mediante un análisis crítico del discurso opuesto. Así, en lugar de centrarse en la disciplina y sus teorías o paradigmas lo hace en la relevancia de una situación problemática o crucial.¨


   La homilía leída y desarrollada por el cardenal Bergoglio constó de una primera parte, donde leyó una versión textual, de las ocho bienaventuranzas [1], posteriormente se avocó al análisis, interpretación y aplicación de las mismas, presentadas en veinte segmentos o piezas. 
  Siguiendo a Juan Magariños de Morentin [1], en el apartado OPERACIONES ANALITICAS, cuando nos define y justifica la segmentación, reproducimos lo que nos dice: 

En cuanto a la segmentación, ésta tiene por objetivo disponer de las partes de un texto que se consideran de interés, por contener el término o expresión cuyo significado, tal como lo construye el hablante o autor del texto en estudio, interesa establecer. El criterio operativo que se adopta, fundado en los estudios lingüísticos de avanzada, consiste en segmentar el texto en estudio, según el mínimo sintáctico y semántico efectivamente identificable.

Seguidamente se transcriben las palabras y los conceptos más categóricos -a mi entender-, los cuales, se resaltan  con el subrayado en cada segmento, en forma secuencial y numérica, y al final las interpretaciones integradoras correspondientes. 

Primer segmento:     

“Las Bienaventuranzas el Señor las dijo para todos y, si es verdad que marcan con claridad nuestras zonas de sombra y de pecado,...” “Ojalá que al escucharlas no busquemos aplicarlas críticamente a los demás, sino que las recibamos enteras todos, cada uno con corazón simple y abierto, y permitamos que la Palabra nos congregue una vez más, siempre en la esperanza de construir la Nación que nos debemos.”

“En el día de la Patria nos hará bien hacer un breve recorrido por estas Bienaventuranzas; cada uno de nosotros reflexionando pausadamente en ellas y preguntándonos qué significan hoy para mí, no para el que tengo al lado o para el vecino de enfrente.”


En consonancia con el significado -aparentemente verdadero- de la palabra homilía,  por tratarse la misma, de una conversación familiar, espiritual comentativa y exhortativa, el Primado hizo prevalecer la sencillez, la sinceridad, la claridad en la comunicación y una cierta unción. El predicador buscó y encontró un estilo pastoral y funcional dentro de su manera de ser y de expresarse. La sensación que despertó fue la de estar cerca de la gente, y procuró –y creemos, lo logró- predicar no a un público, sino a sí mismo dentro de un público, o mejor, dentro de la asamblea de la que el formó también parte. Habló con la gente y no frente a la gente.


Segundo segmento:

“La Bienaventuranza... “. “...Rehúye al eticismo   descomprometido y a la moralina barata.”

Tercer segmento:

no venimos a juzgar ni pretender separar el trigo de la cizaña,...” “...si el ser ciudadanos se nos ha devaluado hasta llegar a ser un mero trámite o sigue siendo el llamado hondo a procurar la alegría y la satisfacción de construir juntos un hogar, nuestra Patria.


El Primado, no quiere juzgar y dividir, aunque le aflige sobremanera el estado del ciudadano actual: devaluado, “cosificado”, e invita a los gobernantes y sociedad toda, a revalorizarlo e integrarlo a un cuerpo social digno.

Cuarto segmento:

“...alimentan en nuestro pueblo esa grandeza humilde de saber pedir y ofrecer perdón, renunciando al odio y la violencia.”


Quinto segmento:

“...una permanente insatisfacción, del encubrimiento del vacío y la miseria interior con sustitutos de poder, de imagen, de dinero.”...” desecha la "actuación" que sólo procura impresionar; no necesita propaganda para mostrar lo que hace, ni recurre al juego de fuerzas para imponerse.”
“Su poder y autoridad nace de la convocatoria a una confianza, no de la manipulación, el amedrentamiento o la prepotencia.”


Omer Silva, en otro tramo del punto seis, subtítulo: EL AD CRITICO: (o Análisis Crítico del Discurso) de, “El Análisis del discurso según Van Dijik y los estudios de la comunicación”, nos expresa:

El trabajo de un analista crítico está orientado por un "problema" más que por un marco teórico; su análisis, su descripción de un fenómeno como la formulación de una teoría juegan un rol en la medida que permita una mejor comprensión crítica de la "desigualdad social" basada en, por ejemplo, origen, género, clase, religión, lengua, u otro criterio que pueda definir las diferencias humanas. Su fin último no debe ser puramente científico, sino también político y social, es decir, con tendencia al "cambio". Es justamente en este sentido que la orientación social se transforma en "crítica". Quienes se mueven en esta senda ven el AD como una tarea moral y política con responsabilidad académica.”

   El primado, a partir del quinto segmento hasta el noveno, según podrá observarse -entre otros considerándoos-    con buen tino, ensaya un análisis y  diagnostico de los diversos modos de comportamientos de los ciudadanos argentinos, los cuales -de nuestra parte-, se podrían condensar en dos perfiles socio-psicológicos de “formas de ser”, actual –si vale-.

   Por un lado, tendríamos, un determinado tipo de ciudadanos o personas, en las cuales se pueden encontrar uno o más de los siguientes adjetivos: insatisfechos, inseguros, vacíos interiormente –no saben en qué creen-, inmaduros, irresponsables, miedosos, siempre improvisados,  sobre actuantes, soberbios, prepotentes, “inmortales”, manipuladores, amedrentadores, intemperantes, omnipotentes, por momentos agresivos, y las más de las veces, violentos.

   Por el otro lado tendríamos, otro tipo de personas, con una o más cualidades: son más bien de bajo perfil (no enfermas de protagonismo), mansos, humildes, sensatos, prudentes, que acatan siempre la ley, que confían en la atracción –a la larga- de la nobleza, cuyo poder y autoridad nace de convocar a la confianza, construyendo y siempre comprometidos, que no le tienen miedo al tiempo, y en cierta manera autónomas, por sus principios y sus convicciones.     



Sexto segmento:

“...los que no juegan con el destino de otros, los que se animan a afrontar el desafío de construir sin exigir ser protagonistas de los resultados, porque no le tienen miedo al tiempo”


Séptimo segmento:

“La "malaventura" es precisamente lo contrario: no aceptar el dolor del tiempo, negarse a la transitoriedad, mostrarse incapaz de aceptarse como uno más del pueblo, uno más de esa larga cadena de esfuerzos continuos que implica construir una nación.”...”En el hábito de polarizar y excluir, en la recurrencia de crisis o emergencias, los derechos pierden terreno, el sistema se debilita y se lo vacía indirectamente de legitimidad. Los mayores precios son pagados entonces por los más pobres, y crecen las posibilidades de oportunistas y ventajeros.”

Octavo segmento:

Es bueno recordar que no es manso el cobarde e indolente sino aquel que no necesita imponer su idea, seducir o ilusionar con mentiras, porque confía en la atracción -a la larga irresistible- de la nobleza. Por eso nuestros hermanos hebreos llamaban a la verdad "firmeza" y "fidelidad": lo que se sostiene y convence porque es contundente, lo que se mantiene a lo largo del tiempo porque es coherente. La intemperancia y la violencia, en cambio, son inmediatistas, coyunturales, porque nacen de la inseguridad de sí mismo”

Noveno segmento:

“...el que no sabe en qué cree, el ambiguo, el que cuida a toda costa su espacio e imagen, su pequeño mundito de ambiciones. A éste -tarde o temprano- sus miedos le estallarán en agresión, en omnipotencia e improvisación irresponsable.”...”el vengativo y el rencoroso, el que busca enemigos y culpables sólo afuera, para no convivir con su amargura y resentimiento, porque con el tiempo se pervertirá, haciendo de estos sentimientos una pseudo-identidad, cuando no un negocio. “... En la "malaventuranza" del internismo, de la constante exclusión del que creemos contrario, de la difamación y la calumnia como espacio de confrontación y choque. “... actitudes que nos encierran en el círculo vicioso de un enfrentamiento sin fin.”...” ¿Cuántos de estos caprichos y arrebatos de salida fácil, de "negocio ya", de creer que nuestra astucia lo resuelve todo, nos ha costado atraso y miseria? ¿No reflejan acaso nuestra inseguridad prepotente e inmadura?”

   Es un hecho saludable, reflexionar y contextualizar sobre los estilos personales y formas de ser de nuestros mandatarios en el devenir histórico, y sin duda, hoy por hoy, podemos distinguir un estilo gubernamental, y es el que refleja con gran precisión el comentario –a mi entender- de este segmento por parte del Primado, aunque en el, sin duda, más conciliador y generalizador, probablemente no haya querido que el mensaje derive en la interpretación particularizada.
Pero además, en este segmento principalmente, también  nutrido de los segmentos anteriores y del resto del documento del cardenal Bergoglio, resulta evidente, pues “salta a la luz”  el perfil de algunos gobernantes de turno, y de los dirigentes de algunos partidos políticos, cuando no, los de otras instituciones, que en su afán de cuidar a toda costa su espacio e imagen de poder, amén de erguir todo un aparato artificial y mercantilizado de encuestas, polarizan, excluyen, y juegan con el destino de los otros, prójimo en general (pobre, trabajador honrado, estudioso o intelectual, familia, niños, y ciudadanos probos en general). A su vez, en sus internismos, “voraces y salvajes”, justifican el “todo vale”, que de una u otra manera se traduce en atraso y miseria, de las instituciones y de la sociedad.      

Duodécimo segmento:

La anomia es una "malaventuranza": esa tentación de "dejar hacer", de "dejar pasar", ese descuidar la ley, que llega hasta la pérdida de vidas; esa manera de malvivir sin respetar reglas que nos cuidan, donde sólo sobrevive el pícaro y el coimero, y que nos sumerge en un cono de sombra y desconfianza mutua. ...”...cuando se hace justicia, cuando sentimos que la ley no fue manipulada, que la justicia no fue sólo para los adeptos, para los que negociaron más o tuvieron peso para exigir,...”cuando podemos sentir que nuestra patria no es para unos pocos!

Decimotercero segmento:

“El maduro acatamiento de la ley, en cambio, es el del sabio, el del humilde, el del sensato, el del prudente que sabe que la realidad se transforma a partir y contando con ella, convocando, planificando, convenciendo, no inventando mundos contrapuestos, ni proponiendo saltos al vacío desde equívocos vanguardismos.”

Decimocuarto segmento:

“...privilegiando a los más desprotegidos y no para los más amigos. ...”porque contesta el abuso y la corrupción, no la oculta ni encubre; porque ayuda a resolver y no se lava las manos, ni hace leña del árbol caído.”


Decimoquinto segmento:

“...en las mismas puertas de las escuelas de nuestros hijos, se comercian drogas para destruir generaciones, convirtiéndolas en presa fácil del narcotráfico o de los manipuladores de poder. ...”se paga muy caro el drenaje de la cultura hacia lo superficial y el escándalo marketinero,... (Expresiones de desprecio de la vivencia espiritual que buscan avivar el vacío); se pagan muy caro la mentiras y la seducción demagógica para transformarnos en simples clientes o consumidores.”...”...sino el que no piensa ni tiene convicciones. No se es ciudadano por el solo hecho de votar, sino por la vocación y el empeño construir una Nación solidaria


Decimosexto segmento:

“...aman la pureza de sus convicciones vividas y transmitidas con intensidad sin esperar los aplausos, el relativo juicio de las encuestas o la ocasión favorable de mejores posiciones. No cambian su discurso para acceder a los poderosos ni lo vuelven a desvestir para ganarse el aplauso efímero de las masas.” “...los limpios de corazón que informan, piensan y hacen pensar sobre estas cosas fundamentales y no nos quieren distraer con hechos secundarios o banales. Los que no entregan su palabra o su silencio a los que dominan, ni quedan atrapados en sus dictados.” 

   Acorde a los tiempos que transcurren, el Primado, -creo- establece la diferencia entre dos tipos de comunicadores sociales: sean formadores de opinión, anunciantes, o difusores, sean periodistas o afines, cuando no pensadores, únicamente.

Están aquellos que lo hacen de buena fe, sin miedo ni presiones, con honestidad intelectual, y sobre todo con la verdad.

Y están los otros, aquellos mercenarios de la propaganda, desinformadores, calumniadores, difamadores, traicioneros, adictos al falso testimonio.     


Decimoctavo segmento:

“...Por supuesto que no se trata ni de la actitud del temerario que necesita de la rebeldía o del coqueteo con la muerte para sentirse alguien, ni del que exhibe denuncias, protestas o escisiones para sacar réditos personales. “...la rigidez cobarde del soberbio que utiliza la verdad para no arriesgarse a la misericordia. La causa no es de opacas idealizaciones,....”...si nos oponemos al odio y al permanente enfrentamiento, porque no queremos el caos y el desorden que nos deja rehenes de los imperios.” “... si defendemos la verdad en la que creemos, aunque nos calumnien los mercenarios de la propaganda y la desinformación.”

   El ser coherente, crítico  y perseverante, con la verdad a cuesta, sin duda, implicará muchas veces rechazo y persecución, y es a  este ciudadano al que debemos alentar e imitar y, de ninguna manera al fundamentalista, temerario, o aquel que coquetea con la muerte (huelga de hambre, encadenarse) y “juega” a rebelde para sentirse alguien. De esto último, sin dejar nuestras fronteras, vemos en la actualidad “réplicas” de índole mesiánicas.
 
Decimonoveno segmento:

“...falsos testimonios de los desinformadores;...”...defensores imprudentes que ensayaron rigideces y se quedaron con la realidad de su cobardía. “...traición de los que señalaban con la izquierda y cobraban denarios con la derecha.”


Vigésimo segmento:

“... si construimos un país donde el bien público, la iniciativa individual y la organización comunitaria no pugnen ni se aíslen, sino que entiendan que la sociabilidad y la reciprocidad son la única manera de sobrevivir y,... de crecer ante la amenaza de la disolución.”


Como se dijo en un principio, sea por lo denotado, sea por lo connotado, son muchos los temas escogidos por el cardenal Bergoglio, muchos de innecesaria interpretación por la claridad con han sido expuestos, sea lo inherente a la justicia, sea lo inherente al flagelo de la drogadicción, por ejemplificar algunos, pero la connotación nos sitúa invariablemente en la responsabilidad de los gobernantes, dirigentes y ciudadanos en general, el “no nos metamos”, el “dejemos que pase”, el “dejemos hacer”, se congratulan y confabulan en un perverso juego de iniquidad.      

    El mensaje de Monseñor Bergoglio es de una crudeza, por momentos conmovedora, introduce el escalpelo “hasta la raíz del hueso” y, no sin, esperanza y autentica fe, brega –y nos invita a hacerlo- con serena convicción por el bien público (depreciado, olvidado y desnaturalizado) rescatando la iniciativa individual –no aquel individualismo insolidario que tanto daño nos provoca-, y la organización comunitaria.
   Los dos –individualismo y organización comunitaria- sin pugnar, nos hablan de evolución, madurez y saneamiento de las instituciones, de la sociedad, y solamente así, a través de la sociabilidad y la reciprocidad sobreviviremos a una palpable e insinuante disolución social.

   Es inevitable exaltar –a mi entender- el sentir de un verdadero cristianismo, el cual, una vez más, con La Palabra, como espada de dos filos,  sigue hoy interpelando, iluminando, juzgando, presentando actitudes evangélicas profundas, como el sermón de la montaña.
Y nos queda como mensaje, que el sermón apolítico, el silencio político del sermón hace de él un sermón político en el peor sentido de la palabra.
  
   No ha sido mi intención abordar un  análisis bíblico-exegético o litúrgico de la homilía, puesto que me excede, simplemente he intentado exteriorizar mis impresiones y volcarlas en este documento.

   Finalmente, a manera de corolario, rescato de Juan Magariños de Morentin, los conceptos del tópico: “Ejes conceptuales, redes secuenciales y contrastantes” [1] , donde en el párrafo final, el autor nos señala: “El análisis puede continuar estableciendo sub-ejes, en función de la profundidad de los objetivos que tenga la investigación. Una nueva lectura de los sub-ejes encontrados en cada eje permite reconstruir el correspondiente árbol semántico de las significaciones vigentes en el lenguaje de la comunidad o sector de la comunidad en estudio. Todo lo cual va configurando el universo de valores y conceptos vigentes en la comunidad a la que pertenece quien habla o escribe y permite conocer las formas del lenguaje con las que los construye.”


                                                                                       
                                                                                       RAMÓN HUMBERTO ALVAREZ


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LA HOMILIA: ¿QUE ES, COMO SE PREPARA, COMO SE PRESENTA? Departamento de Liturgia del CELAM Bogotá-Colombia 1981, 2º edición.

COMPRENSIÓN, INTERPRETACIÓN, Y SÍNTESIS


En el documento se considera que un buen homileta, con todo el bagaje que esto último presupone, requiere: conocimientos exegéticos, sentido litúrgico, adaptación a los distintos públicos, sentido pastoral, comunicación, etc...
En otro momento nos señala que la liturgia refleja muchas veces la situación de la pastoral en general.
Con el título de QUE ES UNA HOMILIA, nos ilustra de la siguiente manera: “La homilía es un tipo especial de predicación con características propias. Hay muchos tipos de predicación. Señalemos algunos de ellos: El panegírico, que tiende a resaltar las virtudes de un santo y a inculcar en los fieles su imitación. El sermón «cuaresmal» o «misional», que suele tomar una verdad de la fe o una parábola bíblica para desarrollarla y sobre todo para sacar sus consecuencias morales ante un público generalmente heterogéneo y deseoso de ser sacudido por el «misionero». El comentario bíblico-exegético, estilo muy especializado y casi científico de explicar la palabra de Dios a los fieles más instruidos y_deseosos de penetrar en la exégesis de los textos bíblicos.”

La homilía, en cambio, es aquel tipo de oratoria sagrada que conviene más a la celebración litúrgica de la eucaristía y de los sacramentos.      Etimológicamente hablando, homilía viene de la palabra griega «homilía» (reunión, conversación familiar) y ésta a su vez del verbo «homilein» (reunirse, conversar). Así pues, el grecismo homilía significa trato o conversación familiar.

El sermón está compuesto según las reglas de la retórica y del arte oratorio, mientras que la homilía es la interpretación familiar de la Sagrada Escritura, hecha con un fin práctico y moral.

La homilía, más que a mover y excitar los ánimos va encaminada a instruir y edificar a los fieles a propósito de los misterios de la fe.

Técnicamente en la homilía se distinguen dos funciones litúrgicas importantes:

      a) la de ser aplicación del mensaje al hoy y aquí de nuestras vidas;

      b) la de ser puente entre la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística o sacramental.

      En cuanto a la primera función (a) anticipemos que el mensaje de la Escritura tiene una actualidad (y no simplemente una aplicación moral) que ha sido puesta de relieve por la Constitución Sacrosanctum Concilum (cf nn. 33 y 7).
     
La homilía se distingue, pues, claramente de otros géneros de oratoria sagrada, como el panegírico, el comentario bíblicoexegético, el clásico sermón piadoso, la oración fúnebre. Y con más razón se distingue de una clase de catequesis o de teología (aunque la homilía pueda y aun deba aplicar ciertos principios empleados en la catequesis).
      «La homilía -dicen los Obispos- como parte de la liturgia, es ocasión privilegiada para exponer el misterio de Cristo en el aquí y ahora de la comunidad, partiendo de los textos sagrados, relacionándolos con el sacramento y aplicándolos a la vida concreta. Su preparación debe ser esmerada y su duración proporcionada a las otras partes de la celebración « (Puebla, n. 930).

Posteriormente con el subtítulo ELEMENTOS DE QUE CONSTA UNA HOMILIA, el escrito “aclara” que no se referirá a las partes de que consta una homilía en cuanto pieza de oratoria, sino a los contenidos teológicos o temáticos que debe incluir. No habla de partes, sino de elementos.

Podemos deducir que una homilía bien preparada debe contener tres elementos que nunca faltarán:

      A) ELEMENTO EXEGÉTICO o interpretación del mensaje de la Sagrada Escritura proclamada en la liturgia de la palabra.

      B) ELEMENTO VITAL o aplicación del mensaje a la vida de la comunidad y de cada uno de los que la integran.

      C) ELEMENTO LITÚRGICO o aplicación del mensaje a la celebración litúrgica y a la asamblea que celebra.

En teología se entiende por exégesis el arte (y ciencia!) de encontrar y proponer el sentido verdadero de un texto escriturístico

¿QUE QUIERE DECIR DIOS A TRAVÉS DE ESTE TEXTO? No es siempre fácil responder a esta pregunta, nos dice el autor del documento. “Para ello hay que tener presente una serie de normas y prestar atención a ellas”.
Se extrajeron las consideradas necesarias para nuestro trabajo, y se transcriben algunos conceptos: “Es preciso distinguir entre texto literario y mensaje que contiene. Hacer exégesis no es sólo ni principalmente traducir lo que está escrito. Esto puede derivar peligrosamente hacia una interpretación fundamentalista de la Escritura. Cuando el género literario no es corriente o actual (alegoría, mito, parábola), el trabajo es doble. Un ejemplo ya clásico: Para captar el mensaje revelado contenido en el relato de la creación y caída del hombre (Gn 2, 4b-3, 24) es absolutamente indispensable distinguir entre relato mítico y lo que Dios ha querido revelarnos a través de él. Hay que conocer bien el texto literario y los relatos míticos de la época; pero al mismo tiempo hay que saber leer en clave para no tomar por revelación de Dios lo que es presentación externa y ropaje cultural vehiculante.”

“Hay que tener presente que Dios, por medio del autor inspirado, quiso decir algo entonces y quiere decirnos algo ahora a través de la palabra (hablada o escrita) o a través del hecho narrado. Aunque la circunstancia quizá ya pasó y quede muy alejada de nosotros, el mensaje o el acontecimiento siguen siendo actuales y ejemplares; el Señor me los dirige hoy a mí y a todos los hombres.”

“Por último hay que tener muy presente que, en definitiva, lo que interesa, no es la letra sino el espíritu, no la erudición y el aparato exegético sino el contenido de la exégesis, no la solución de tal o cual punto oscuro del texto (por más que no esté de más aclararlo) sino la interpretación del mensaje principal.”

ELEMENTO VITAL:...La predicación sacerdotal, que en las circunstancias actuales del mundo resulta no raras veces dificilísima, para que mejor mueva las almas de los oyentes, no debe exponer la palabra de Dios sólo de modo general y abstracto, sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio». Ni más ni menos.”

En otro momento, el documento nos ilustra de la siguiente manera: la Sagrada Escritura no es tampoco un manual de recetas morales ni políticas; más que normas concretas y originales lo que presenta la Biblia es una actitud frente a la vida.”     

La Palabra, como espada de dos filos, sigue hoy interpelando, iluminando, juzgando, presentando actitudes evangélicas profundas (como el sermón de la montaña), diciéndonos lo que es ser hoy y aquí cristiano.
      La Palabra debe ser crítica no sólo frente a los males de la sociedad, sino también frente a los males de la Iglesia si no quiere predicar una conversión farisaica. Debe tener una dimensión política como la misma liturgia, pero sin hacer política y evitando siempre convertir el púlpito o el ambón en una palestra de demagogia. En definitiva debe relativizar todo hecho humano, del lado que sea, frente al proyecto de Dios que no es utopía ilusoria, sino promesa y esperanza que la liturgia ya nos permite celebrar y festejar.
     
Pero, ¿cómo se conecta la exégesis con la vida? He aquí algunas indicaciones que pueden ayudar:

Se trascriben las que más interesan a la finalidad del análisis:

1)”El que predica debe procurar conocer al máximo al auditorio (asamblea, comunidad), su estilo de vida, sus dificultades en la fe, su vivencia cristiana, su mundo político y social, sus esperanzas o ideales y su nivel cultural.
La Biblia no ofrece modelos políticos, pero critica todo modelo político. De todo lo dicho no se debe deducir en manera alguna que el predicador no deba incursionar en el terreno político, y esto aun cuando comporte riesgos. El sermón apolítico, el silencio político del sermón hace de él un sermón político en el peor sentido de la palabra.

2)”Hay que iluminar situaciones generales, urgentes o graves a la luz del Evangelio; también actitudes concretas, pero suficientemente generales de la asamblea; sin bajar al caso demasiado concreto, sin señalar con el dedo a las personas, pero también sin diluir la predicación profética en vaguedades, componendas y compromisos. Hay momentos (p. ej., en ocasiones de un golpe de estado o de una lucha fratricida entre grupos de derecha y de izquierda o de ataques- injustos a la Iglesia) en que hay que hablar. No será necesario decir nombres, no convendrá ironizar ni menos destilar hiel, pero hay que decir la palabra justa y sobre todo libre de ambigüedades.”

Luego con el subtítulo COMO SE PREPARA LA HOMILIA, el documento nos ilustra acerca de la preparación de dicho oficio de la siguiente manera: “La preparación general no puede ser otra que el estudio y profundización de la Sagrada Escritura, de la Sagrada Liturgia, de los Santos Padres, de la teología, de los documentos de la Iglesia, de los problemas sociales, etc... El no estar al día es un obstáculo serio a la hora de predicar.
Seguidamente, en el tópico COMO SE EXPONE UNA HOMILIA, el documento nos dice: Uno debe producir el sermón a medida que habla: lo modifica, lo construye, reflexiona con el auditorio, hace como si fuera uno de ellos, inquiere como pastor, comprende, amonesta, se pone en' la piel del extraño (el de la calle, el no creyente), se cuestiona como un cristiano más. Evita hablar «tamquam auctoritatem habens» por más que la tenga... Todo esto exige una actitud especial, indecible, que sólo puede crear la presencia del auditorio y la compenetración con el mismo.
En otro momento, y de particular interés resultó el siguiente concepto: El estilo de la predicación debería ser de tal tipo que permitiera la intervención de un oyente (aunque sólo fuera hipotéticamente) como pregunta o como discrepancia. Es de gran impacto encajar bien la intervención inesperada (si es esperada es muy fácil) con serenidad, con una invitación a reformular la pregunta desde el micro o repitiéndola y explicitándola el mismo predicador para el resto del auditorio. Jamás debe uno sentirse herido, molesto, ponerse nervioso o ironizar, aunque se trate de una zancadilla. Repito que esto en ciertos ambientes no suele pasar, pero debería poder pasar si nuestras homilías fueran esto: homilías, conversaciones en familia. En la homilética de los Santos Padres los fieles a veces intervenían, y fundamentalmente conformaban el mismo tipo de asamblea que las de hoy. Hay muchas maneras de responder a la posible interpelación de un oyente: aceptar la corrección si se trata de una discrepancia y es justa, contestar con una explicación, invitar a una conversación privada en otro momento, permitir que el interpelante exponga su punto de vista, su experiencia, etc..