viernes, 26 de abril de 2013

Más real que ficción



Cuidate Mamá, no tomes frio...UN BESITO!!


Gloria, mujer casi pícnica -esto es decir algo regordeta y de mediana estatura-, de 63 años y de 1,55 o algo más, cabello entrecanos, remedo quizás de lo que antes se le llamaba la permanente en el mundo de los peinadores y de la moda de los años 60 (en tal caso para este peinado se necesitaba mayor volumen); como sea, ondulado y cubriendo su cápita. Chalina blanca notoria, por debajo sobresale polera gris de cuello alto (probablemente térmica, de nylon) que rebaza el cuello redondo de un buzo o suéter azul jaspeado, y encima campera marrón de corderoid con cierre relámpago. Pantalón negro sport de algodón, digamos informal (sin la lisura típica de las prendas de vestir, tampoco línea de plancha -la de los hombres-), con bolsillos (sin llegar a tener la cantidad de bolsillos del modelo Cargo), pero con elástico en la cintura y holgado. Una estrella de cinco puntas de mediano tamaño bordada o adherida en el muslo derecho.  


Globos oculares un poco hundidos, es decir de orbitas profundas, y ¿sus ojos?, proyectados en una mirada algo estrábica; estos signos, asimetrías, o estigmas, subjetivamente me inducen -quizás con prejuicio y mirada médica-, alguna afectación o lesión en su intelecto, quizás secuela neurológica, lo cual -en realidad- se desvirtúa o es contrastado con su rapidez para comunicarse y eficiencia para ejecutar algunos movimientos automáticos, por ejemplo: abrir la cartera, extraer su tarjeta banelco, posicionarse frente al cajero automático y accionar las teclas en tal forma sugerente de habito cotidiano, casi diario, diría rutinario.

Me la imagino viuda, sin pareja estable, por su autosuficiencia increscendo; probablemente propietaria de campos (mejor de soja) en el límite entre Santiago del Estero y Santa Fe; también me la imagino dirigiendo o tomando decisiones; su porte y tono de voz inspiran autoridad. Desde la aparente “una más” en la masa, a una mujer solvente económicamente, de la cual dependen probablemente tres o cuatros familias. O más quizás, sobre la cual quizás giran acontecimientos comerciales relacionados al agro. Mujer ducha en marcas de tractores, bombas de agua, rastrillos, cultivos, vehículos y con la suficiente sicología para comandar todo aquello que depende de la cadena distributiva: cosecheros, peones golondrinas, arrendatarios, promotores de ventas de máquinas, etc. Seguramente, con conocidos o amigos de poder adquisitivo medio-alto (la mayoría de su rubro).

Alguna hija de medina edad que hace tiempo que no la visita y que la pasa muy bien económicamente, pero ambas saben el destino que les espera, es como un pacto. Ella, la mujer, bien sabe que algún día morirá (expectativa de vida en la mujer 76, en el hombre 70 -al menos en Argentina-) y a alguien habrá que transferirle o legarle sus tierras y su producción, es decir todo “envasado”, como está hecho para producir y generar buenas rentas (ella disimula, o hizo carne “naturalmente” la apatía de su hija).
La hija sabe que le tocará “eso” que es de su madre, por ahora, pero que como fue también y –naturalmente- de su padre (sabe que todo le quedará para ella).

Claro que, la hija, amén de usufructuar de la renta que brinda dicha producción, es digno destacar que casi nunca –para ser benevolente- se interiorizó pormenorizadamente de todos los aspectos, sean menores o mayores. Por ejemplo, desconoce el procedimiento de liquidación de salarios, ignora las leyes laborales, el precio de la maquinaria, de las semillas y de los fertilizantes, poco sabe de los ciclos de siembra y de cosecha, por nombrar algunos. Es más, jamás administró nada, a no ser su cuenta bancaria, su tarjeta de extracción, y para ser justo, si hay algo para destacarle, es que conoce a la perfección, día a día, minuto a minuto, el saldo disponible; no tiene pereza en acudir a su net-book o not-book cuando está en su domicilio o lugar estable, y si no, si la ansiedad del saldo le sorprende mientras camina o anda de compras, sin más recurre a su black-berry, aunque a veces porta el I-pad II, y últimamente el III.

La madre sabe de todas las limitaciones de su hija…, la hija sabe que su madre no puede ni debe morirse…, tan es así, que todos los días, al menos una vez se comunica con su madre, y sin mediar mucha sutileza, le expresa, casi le grita: “mamá cuídate, no tomes frio, no seas confiada, mira para todos lados, recuerda de la gran responsabilidad que tienes a tu cargo…, un besito”