sábado, 13 de julio de 2013

Déjate encontrar sirena mía...


                                                                                                              Rodaballo

Corría eufórico hacia el mar, me sentía pleno gozando su brutal estado de libertad; lo sentía en mis ágiles y largos trancos que apenas acariciaban la blanca arena.
Veía en el horizonte esa línea meridiana que amaga siempre con amputarlo, que se empecina en no mostrar su inmensidad inagotable
Es gozoso jugar con la libertad, por supuesto hay otras formas, pero ésta, a la cual me refiero, es la única música que acarició mis oídos, notas de un mar rugiente y embravecido, notas que acuden una y otra vez.
El mar serena espíritus y pasiones desbocadas; y eso ocurre en ese preciso instante en que las olas bañan tu cuerpo, es ahí cuando de ti fluyen toda angustia y melancolía, y Dios que eres ahora, te sumerges y braceas en las profundidades, cual dimensión sin tiempo y espacio, meciendo tus sueños y fantasías.
Debe ser la sal espuma de esa enorme masa la que nutre nuestra memoria para nuevos amaneceres, y ella misma la que nos regresa a aquellos mágicos días de la infancia.
Y fue allí que te encontré sirena de mil lugares, de mil historias y leyendas, y fue allí que nos fundimos entre chapoteos y risotadas, en sus entrañas de tiempos inmemorables. Qué mensaje enviaron aquellas inquietas aguas para que tus pequeños pechos de miel y tu sonrojado rostro me excitaran; tiempos de jolgorio, destellos y tropelías. 
Te amé y me amaste sensual princesa,…sirena de aquellos mares.
Hoy, en el otoño de mi vida, sigo corriendo a tu regazo, a tus frágiles manos, pero un empecinado tiempo vuelven lejano y huidizo un nuevo encuentro, un nuevo amor.    
Que pájaro gaviota robó tu encanto juvenil  para que huyas en las noches de los tiempos. Desojar margaritas frustrará esa primavera de fantasías que todavía anida en mí, para luego agonizar lánguido en la noche fría, y la nieve sepultará todo mar y arena juntos, y sin sal no habrá risotadas, bullicios ni juegos marinos que acaricien mis sueños y mis latidos, menos vigorosos ya por estos días.
Y es que mi sangre, aún es, un rio efervescente que busca en tu remanso cristalino despilfarrar bríos, bríos de talante hombría.    
Es ese sueño cándido que nos prometimos, es esa gran fiesta que nos regala todavía la bella vida; por eso…no abandones, princesa mía. Sacudiremos el letargo de esta mundana monotonía, y beberemos nuevamente aquel vino de la copa prohibida.   
Sé que habrá otros amaneceres, otros sueños, otras pulsiones y alegrías. Caeremos y nos levantaremos; atrás quedarán mil caminos, mil  historias y leyendas, mil noches frías, montañas y ríos, y exhaustos una vez más, ahí estaremos, princesa, en ese mar rugiente y bravío, para jugar de nuevo en sus cálidas arenas y zambullirnos en sus inquietas aguas como en aquellos lejanos días, lejanos días de sal y espuma, pero…déjate encontrar, sirena mía.