miércoles, 16 de enero de 2019

Lapachos en flor

Lapachos en flor
A trote lento me recibe un nimio tapiz de flores de lapachos, concesión que agosto, y una vez más, nos regala como expiación de sus cálidas y habituales bocanadas polvorientas.
En el viejo empedrado, rebosan vívidos colores tilcarenses, ofrendo mi último jadeo.
Truncadas sombras de lánguidas casuarinas en el callejón final me dan la bienvenida.
Atrás quedan, Alsina Prolongación y Costanera, indiscretas me hipnotizan con su imponente auri-azul, o auri-negro, al fin... místicas semejantes, colores estampados en soberbio muro atalaya, estirpe y señal, señores…es el barrio La Católica, que más.
Reciencito atravesando el charco, mis reminiscencias inmediatas vuelan y regresan, barajas de imágenes, manojo de retratos apenas remotos, aún no fenecidos, casi pan caliente, y en mis retinas en cámara rápida reviven dos, tres, y muchos mas...
El barrio Español me asedia, soy uno más de su gentío y vocinglero matinal, no me intimida, lo rodeo y lo arrastro hasta el mural, el gran mural…, me subyuga, y es Diego, a secas El Bambino de Oro, victorioso e inmortal, piel gallina…, creo entender, sentires de barriadas universales sin lugar ni tiempo, entremezclan modos, miserias, condenas, y hasta olores, en fin...pulsiones y pasiones, que más hablar...,
La Boca, La Católica y el napolitano barrio Español, en sus costaneras respiran, Riachuelo, Río Dulce, y el Mediterráneo.
Al inicio fue trote rápido, lento al final, turbadas imágenes en abanico de colores en cámara rápida o lenta, según, quizás el albur.

martes, 22 de marzo de 2016

El viejo Rolando.

El viejo Rolando

Desciendo del auto y me dirijo inquieto al veredón central,  la sensación de no encontrarme con él me invade de angustia…., apuro el tranco que se vuelve  trote y luego por la inercia y desazón entro en carrera, jadeo zigzagueando entre los transeúntes, enamorados, caminantes,  maratonistas, y todo lo que vos puedes encontrar en un parque, y por fin y al fin… está ahí… lo encuentro!, Si!, lo encontré!, ¡lo encontré!, lo observo… sentadito nomás…, como siempre, porte inconfundible, ¡que alivio!, disminuyo la  marcha y casi caminando me acerco a él, lo veo…, sueter cuello en V, bien peinadito, sin gel ni gomina, cabello  blanco plateado y firme, pudor a cuesta…, partidura a un costado y las de antes, me digo…, sí!, está en su más genuino estado natural y lleva varios días, nada de champú ni jabón que lo altere. 
-Buen día… / -Buen día señor /-¿Que me cuenta don? /-Y… aquí andamos, yo tengo muchos amigos,  mucha gente me saludan y hablo con ellos..., vea…es que yo… tengo un carisma…/-¡Si seguro!,  Usted atrae a la gente…/-y si…, vea señor yo soy adivino y aquel que viene con algún problema se va con buena onda después de hablar conmigo. /
Quiero que sepan: el es Rolando García de 70 años, 4 hijos y 17 nietos, y el mayor Lucas de  18; y mi viejo vive (o vivía) en la Catamarca (la calle), pero hace mucho pero mucho tiempo que pasa su mayor tiempo en el parque. Siendo chango se crió en el Bº 8 de Abril, e iba a pescar al río. Sus padres eran sálteños, su papa murió a los 76 años y su mama a los 84. Hizo la conscripción en Tartagal, donde lo instruyeron en supervivencia. Es una parte más del parque, del verde, de los árboles, de los pájaros, de su gente, dice que lee cualquier diario y revista, que le enseña a sus nietos a que no le laven el cerebro…, fuma 3 fasos al día, y le da al Padrino de Oro (tetrabrik)
Hoy, casi a un mes de haber corrido el mentado maratón, volví al veredón y eché un vistazo furioso de entrada elevando mis ojos a ambos costados y hasta el fondo, pero…a ambos lados los bancos vacíos…¿Dónde andas mi viejo?¿viniste?¿ te pasó algo?, sigo caminando pausadamente buscando tus huellas, tu inconfundible “padrino de oro”, y pienso…¡ya está, claro!,  si encuentro un tetra seguro que andas por aquí cerca o anduviste no hace mucho, sino, no se cuando…, ayer limpiaron y recogieron toda la basura. Uhhh…allí hay uno, Si, ¿hay un padrino ahí?, parece que sí, un tetra del mismo color por lo menos,  ahora si, apuro el tranco y me regocijo, pero luego… con dolor, confieso…se lee “Uvita”, desazón…

Mientras tanto, gracias mi viejo, ¿sabes?, empecé la etapa final de entreno para el próximo maratón y…la puta, paso y paso…, y en cada vuelta al parque no dejo de buscarte, debes estar por ahí escondido…, no jodas…, me darás la bienvenida seguramente cuando vuelva del próximo maratón. Espérame, yo te buscaré, ahí…en el mismo banco.

                                                                                                                Marzo, 22 de 2016.-

sábado, 12 de diciembre de 2015

GENERO



MAESTRIA EN ESTUDIOS SOCIALES PARA AMÉRICA LATINA



SEMINARIO: Análisis de Sociedades Complejas.


MAESTRANDO: Ramón H. Álvarez



TRABAJO FINAL. TEMA: GENERO.




                                                                         02/11/2007



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RESUMEN: Se aborda la cuestión del género desde la perspectiva de alguien que, lejos de haberse interesado alguna vez -en serio- sobre el tema o todo aquello que concierne a: “Sociedades Complejas”, pertenece a un “mundo” -por así llamarlo- positivista y cientificista -el mundo de las “ciencias duras”-,  y en lo general, es resultado de la sociedad patriarcal en la que vive  -por suerte en revisión y cambio-, carente del bagaje suficiente y necesario para entender y mejor juzgar la heterogeneidad y diversidad que lo rodea, para esto último, algo como: “el  mundo de la vida”,  en la expresión de Jürgen  Habermas.  
    En la introducción al tema, apelo a recursos y herramientas conceptuales básicos disponibles en textos de consultas en general -por así denominarlos-, en este caso una “enciclopedia” (y no material específico o especializado).

    Luego, audazmente ingreso a lo que designo o intitulo: UN ANALISIS MAS PROFUNDO DEL TEMA, donde -ahora sí- me guían inteligentes observaciones e interpretaciones que me informan e instruyen, y es a partir -sobre todo- del ensayo: “Sexualidad, género y roles sexuales”, y principalmente del capítulo: “El género: una categoría útil para el análisis histórico” de la historiadora americana Joan Wallach Scott, cuando a través de ella -a manera de eje conductor- me permite acceder a las intelectuales de la talla de: Mary O`Brien, Shulamith Firestone, Catharine MacKinnon, Heidi Hartman, Nancy Chodorow, Sally Alexander, Michelle Rosaldo, y  Gayle Rubin, entre otras; también accedo necesariamente a los aportes imprescindibles de : Michel Foucault, Jacques Lacan, Jacques Derrida y  Pierre Bourdieu.Seguidamente centro mi análisis en las propias definiciones que del género hace Joan W. Scott.      

     Posteriormente, con el subtítulo: UNA POSICIÓN DISTINTA SOBRE GÉNERO, basado en el ensayo:”La cuestión de “género” o la derrota del hombre heterosexual en Occidente” del psicoanalista francés  Jacques Arènes, intento luego resaltar sus principales ideas y me encuentro allí con formas distintas de abordar el tema, observo “diferencias” -si vale- con el enfoque que nos ofrece: “Sexualidad, género y roles sexuales”. 

    Finalmente, analizo la presencia de GÉNERO en los programas de los partidos políticos nacionales, y “arriesgo” -por así decirlo- la posición de la mujer en el contexto del actual poder político argentino.
                                                                          Ramón H. Álvarez, 02/11/2007


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INTRODUCCIÓN: Según la enciclopedia Encarta[1], género -desde el punto de vista “sociológico”-, es aquello entendido como: “la identidad generada por el rol sexual de las personas o, dicho de otra manera, lo que atañe a las conductas de identificación sexual asociadas a miembros de una sociedad”.
    Profundizando en su definición, la fuente nos brinda un ejemplo simple, -no por ello no didáctico ni categórico- al señalarnos: “a la edad de tres años los niños tienden a tomar conciencia de su género al adoptar determinados elementos culturales (juegos, ropas o formas de hablar) asignados a su sexo, y agrega: “ya desde la cuna, los niños y las niñas son tratados de forma diferente. A las niñas se las suele vestir de rosa (un color considerado femenino) y a los niños de azul; a una edad en la que resulta imposible distinguir la conducta femenina de la masculina”.
    Esta forma de dibujar el concepto, si bien un tanto elemental y rígida, convencional y tradicional, si se quiere passé de mode, no deja de ser en nuestros días aún, una muestra cabal de la realidad que vivimos, en tanto y en cuanto lo descrito constituyen hábitos o costumbre muy difundidos en nuestro mundo occidental.
    En otro tramo del artículo, Encarta nos señala: “dado que los roles de género varían según la cultura, parece que muchas diferencias de conducta entre hombres y mujeres están causadas tanto por la socialización como por las hormonas masculinas y femeninas y otros factores congénitos[1]. Luego nos apunta que, la conducta estereotipada asociada al sexo (agresión masculina y pasividad femenina) procede al menos parcialmente, de los roles aprendidos durante la infancia: a los niños se les enseña que "los hombres no lloran" y se les regala pistolas y coches, mientras que las niñas juegan con muñecas y casitas que les han regalado para que puedan imitar el rol típico de la mujer en el hogar. Aunque cada vez hay más niñas que juegan con juguetes asignados anteriormente a los chicos, lo contrario todavía es poco común.
   Finalmente, dentro de la información brindada -más extensa por cierto- respecto a género, disponible en Encarta, destacamos un último concepto: “Las personas cuya identidad de género difiere de su sexo biológico suelen recurrir a veces al cambio de sexo. Aunque nuestra cultura tiende a polarizar las identidades de género para hacerlas coincidir con las dos formas sexuales de nuestra especie, es preciso tener en cuenta que el género es un fenómeno complejo no reductible en modo alguno a dos únicas identidades (hombre y mujer) “.
    Sin duda que la información precedente, me sirve a manera de indagación básica y guía, cuando no disparadora y por que no esclarecedora en cierto modo -en el contexto de una sociedad patriarcal, o machista como la nuestra, prejuiciosa y las más de las veces homofóbica- induciéndome a investigar sobre este tema, por momentos tan conflictivo, dificultoso, deformado, discriminado en su análisis,  y por sobre todo, tan candente en estos tiempos. 
   
UN ANÁLISIS MÁS PROFUNDO DEL TEMA: En un interesante artículo de Joan W. Scott [1] -suministrado por el docente de la materia-, la autora nos señala: “la piedra fundamental de los estudios de mujeres sobre género es la separación del sexo, una condición biológica del género, un conjunto de normas y comportamientos sociales y psicológicos. No hay conexiones universales, necesarias, naturales, fijas ni esenciales entre sexo y género, entre la naturaleza y los patrones de género usados en el proceso de aculturación de una criatura; entre el destino biológico y el de género. Son las sociedades y las familias quienes dictaminan que las criaturas hembras se transformen en femeninas y que los machos se transformen en masculinos. En resumen, el género es una construcción social.
    Respecto al significado de “género”, recientemente las feministas de una forma más literal y seria (con respecto al tratamiento histórico) han comenzado a usar “género” como una forma de referirse a la organización social de las relaciones entre los sexos. Según ellas, la conexión con la gramática es explicita y está llena de posibilidades inexploradas. Explícita, porque el uso gramatical comprende reglas formales que son consecuencias de la designación masculina o femenina; llena de posibilidades inexploradas porque en muchos lenguajes indoeuropeos existe una tercera categoría: asexuada o neutra.  
    En su acepción más reciente, “género” parece haber aparecido primeramente entre las feministas norteamericanas que deseaban insistir en la cualidad fundamentalmente social de las distinciones basadas en el sexo. La palabra denotaba rechazo al determinismo biológico implícito en el empleo de términos tales como “sexo” o “diferencia sexual”
Los intentos -en su mayor parte- de las historiadoras de teorizar sobre género han permanecido dentro de los sistemas científicos sociales tradicionales, utilizando enunciaciones enraizadas que brindan explicaciones causales universales.
    En su acepción reciente más simple, género es sinónimo de mujeres y en realidad se remite a la aceptación política del campo de estudio. El uso de género busca subrayar la seriedad académica de una obra, por que género suena más neutral y objetivo que mujeres. Este uso de género es una faceta de lo que podría llamarse la búsqueda de la legitimidad académica por parte de las estudiosas feministas en la década de 1980. Esto sería solo una faceta, ya que además Género como sustituto de mujeres, también es necesariamente información sobre los hombres, un estudio implica el otro; no hay esferas separadas. Su uso explicito rechaza las explicaciones biológicas, y cualquier otra teoría basadas en diversas formas de subordinación femenina. En su lugar, género pasa a ser una forma de denotar las construcciones culturales, la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de hombres y mujeres. Visto así, género es una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado; permite diferenciar la practica sexual de los roles sociales asignados a mujeres y hombres.
    No obstante y por ahora, el uso de género se refiere a aquellas áreas -tanto estructurales como ideológicas- que comprenden relaciones entre los sexos, y continúa siendo irrelevante para el pensamiento de historiadores interesados en temas de política y de poder. El género es un tema nuevo, es una entidad nueva de investigación histórica, pero carece de la capacidad analítica para enfrentar los paradigmas históricos existentes.        
    Las historiadoras feministas emplean varios enfoques para el análisis del género, pero estos pueden reducirse a tres posiciones teóricas. La 1ª, intenta explicar los orígenes del patriarcado, la 2ª se centra en la tradición marxista, en ella busca un compromiso con las críticas feministas, y la ·3ª se basa en escuelas sicoanalíticas (posestructuralismo francés, teóricos de las relaciones objetales) para explicar la producción y reproducción de la identidad genérica del sujeto.
    Con respecto a la teoría del patriarcado, entre diversos argumentos, Joan W. Scott  resalta la de Mary O`Brien, quien define la dominación del varón como el efecto del deseo de los hombres de trascender su alienación de los medios de reproducción de la especie. Para esto, Joan W. Scott invita a las mujeres a “una comprensión adecuada del proceso de reproducción”, y en este contexto  toma como referencia a Shulamith Firestone, quien sostiene que la liberación se alcanzaría con transformaciones en la tecnología de la reproducción, que elimine la necesidad del cuerpo de la mujer como agente reproductor de la especie.     
    Por otro lado, en la 2° posición Scott nos ilustra: “Catharine MacKinnon considera que la objetivación sexual es el proceso primario de la sujeción de las mujeres, y por analogía con Marx y el materialismo dialéctico, propone la concientización como el método de análisis feminista. Las feministas marxistas tienen una perspectiva más teórica, guiadas por una teoría de la historia, pero la exigencia autoimpuesta de que debe haber una explicación material para el género, ha limitado el desarrollo de nuevas líneas de análisis. Luego Scott refiere a  Heidi Hartman, quien considera que el patriarcado y el capitalismo interactúan, aunque revela -Hartman- que la causalidad económica tiene prioridad y que el patriarcado siempre se desarrolla y cambia en función de las relaciones de producción. En opinión de Scott, Joan Nelly plantea que ninguno de los dos sistemas (económico y de género) es casual, pero que ambos “operan simultáneamente para producir las estructuras socioeconómicas y de dominación masculina de un orden social particular”. Al sugerir Nelly, que los sistemas de género tienen una existencia independiente proporciona una apertura conceptual crucial; no obstante, por su compromiso marxista afirma: “La relación entre los sexos actúa de acuerdo con y a través de las estructuras socioeconómicas, como también las relaciones sexo/género”. Introduce la idea de una “realidad social de base sexual”, más social que sexual, que en el contexto por ella utilizado, lo social está concebido en términos de relaciones económicas de producción.
    Luego Scott, nos ilustra que existen trabajos de las feministas marxistas norteamericanas (1983) estudiosas de Michel Foucault, en que las autoras hacen de la “política sexual” el centro de su indagación, en donde -fuera de lo conocido hasta el momento- se plantea un reconocimiento crucial de comprender el complejo “vínculo entre la sociedad y la estructura psíquica permanente”. 
Joan W. Scott nos aclara que, tanto las feministas inglesas como las norteamericanas, tienen dificultad para trabajar desde el marxismo, puesto que se enfrentan con un problema diferente al que existe en la teoría patriarcal. En el marxismo el concepto de género ha sido tratado mucho tiempo como el producto secundario de estructuras económicas cambiantes, de manera que en ese contexto carece de status analítico independiente.
    Luego en un 3º enfoque, por un lado hay una escuela anglonorteamericana que trabaja la teoría de las relaciones objetales, y en contraste con esta tenemos la escuela francesa basada en lecturas estructuralistas y postestructuralistas de Freud (aquí, para las feministas la figura clave es Jacques Lacan). La teóricas de las relaciones objetales hacen énfasis en la experiencia real del niño o la niña con sus cuidadores y/o padres, mientras que los postestructuralistas recalcan la función central del lenguaje (en este caso, sistemas de significados que preceden al dominio real del habla, la lectura y la escritura) en la comunicación, interpretación y representación del género. Para las lacanianas, el inconsciente es un factor crítico en la construcción del sujeto; además, es la ubicación de la división sexual y, por esa razón, de la inestabilidad constante del sujeto generizado.
    Basándose en  Nancy Chodorow (teoría de las relaciones objetales) Joan W. Scott  expresa: “La consecuencia de los sistemas  occidentales dominantes es una división clara entre el varón y la mujer: El sentido femenino básico del yo está vinculado al mundo; el sentido masculino básico del yo está separado”. A la vez sostiene: si el padre estuviera más implicado en la crianza y tuviera mayor presencia en las situaciones domesticas, las consecuencias del drama edípico podrían ser diferentes. Esta interpretación -nos dice la autora- limita el concepto de género a la familia y a lo domestico, no dejando lugar para que las historiadoras relacionen el concepto con otros sistemas, sean economía, política o poder.
    Luego Scott se detiene en el valor que aportan los sistemas de significación, y nos dice: “sin significado, no hay experiencia; sin proceso de significación no hay significado”. Agrega, “el lenguaje es el centro de la teoría lacaniana; es la clave para instalar a una criatura en el orden simbólico”.
Luego nos señala que, si bien la identificación genérica siempre aparece como coherente y fija, en realidad es altamente inestable. Nos explica: “las identidades subjetivas son procesos de diferenciación y distinción que requieren la eliminación de ambigüedades con el fin de asegurar (y crear la ilusión de) coherencia y comprensión común. El principio de masculinidad descansa en la necesaria represión de aspectos femeninos, es decir anula la potencialidad del sujeto para la bisexualidad”. Según este análisis, las ideas conscientes de masculino y femenino no son fijas, ya que varían según el contexto del uso; siempre hay conflicto entre la necesidad del sujeto de una apariencia de totalidad y la impresión de la terminología, su significado relativo y su dependencia de la represión. Las categorías de varón y mujer  a esta altura se vuelven problemáticas, al sugerir que masculino y femenino no son características inherentes, sino construcciones subjetivas.
    No obstante Joan W. Scott no se siente satisfecha y cómoda con la fijación impartida en el sujeto, habida cuenta de que este enfoque tiende a crear un antagonismo entre varones y mujeres como hecho central del género y esto tiende a universalizar las categorías. En el mismo contexto, al considerar a Sally Alexander por la lectura que esta hace de Lacan, transcribe de ella lo siguiente: “el antagonismo entre los sexos es un aspecto ineludible de la adquisición de la identidad sexual”. […]. Y Scott piensa que, ella –probablemente- no abandonó la episteme de lo que Foucault llamó la Edad Clásica, por lo que considera que la formulación de Alexander contribuye a fijar la oposición binaria  de varón y mujer como la única relación posible y como un aspecto permanente de la condición humana, y Scott enfatiza y nos dice que se debe rechazar la calidad fija y permanente de la oposición binaria. “Necesitamos una historicidad y una deconstrucción  verdadera de los términos de la diferencia sexual”, y nos invita a emplear la definición de deconstrucción de Jacques Derrida, una forma de criticar, que significa el análisis contextualizado de la forma en que opera cualquier oposición binaria, invirtiendo y desplazando su construcción jerárquica en lugar de aceptarla como si fuera real o propia de la naturaleza de las cosas.
   De todas maneras, Joan W. Scott sostiene que hoy por hoy, las historiadoras feministas están en condiciones de teorizar sobre su práctica y desarrollar el género en tanto categoría analítica, de paso nos recuerda que el interés en el genero como categoría analítica ha surgido recién a fines del siglo XX; y sostiene que el término género forma parte de un esfuerzo de las feministas contemporáneas por reivindicar un territorio definitorio específico, de insistir en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la persistente desigualdad entre mujeres y hombres. 
    Scott, al referirse a la historia -a lo pasado, a lo instituido y lo establecido-, en tanto y cuanto de género se trate, sin descuidar la gran confusión epistemológica, nos señala: “debemos preguntarnos más a menudo como sucedieron las cosas para descubrir por que sucedieron; y tomando la formulación de Michelle Rosaldo nos dice: “no debemos perseguir la causalidad  universal y general sino las explicaciones con sentido”, agregando “En la actualidad me parece que el lugar de las mujeres en la vida social no es un producto directo de las cosas que hacen, sino del significado que adquieren sus actividades a través de la interacción social concreta”.
    Finalmente la autora concluye: “necesitamos sustituir la noción de que el poder social es una unidad coherente y centralizada, por algo parecido al concepto de poder en Michel Foucault, que se identifica con constelaciones dispersas de relaciones desiguales, constituidas discursivamente en campos de fuerzas sociales.

JOAN W. SCOTT Y SUS DEFINICIONES    
   
    Joan W. Scott, define a género en dos partes y varias subpartes. Nos dice: “Es una conexión integral con dos proposiciones: 1- el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos; y  2- el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder. Los cambios en la organización de las relaciones sociales corresponden siempre a cambios en las representaciones de poder, pero la dirección del cambio no va necesariamente en una única dirección”.  Para Scott el género comprende cuatro elementos interrelacionados: El primero consta de símbolos culturalmente disponibles que evocan representaciones múltiples y a menudo contradictorias -Eva y María, por ejemplo, símbolos de mujer en la tradición cristiana occidental-, pero también mitos de luz y oscuridad, de purificación y contaminación, inocencia y corrupción.  
    El segundo elemento -según la autora-, está en los conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos; es un intento de limitar y contener sus posibilidades metafóricas y estos se encuentran y se expresan en la religión, educación, ciencia, doctrinas legales y políticas; doctrinas todas ellas que afirman categóricamente -sin dudas- el significado de varón y mujer, masculino y femenino.  Son, en últimas instancias, declaraciones normativas, y la historia se escribe como si estas posiciones  fueran producto del consenso social y no de conflictos.
    El tercer elemento que analiza Scott, está relacionado a la limitación que se ejerce sobre el uso del género como sistema de parentesco (casa, familia), por la insuficiencia de su enfoque, ya que si bien el género se construye a través del parentesco, no lo es  ni debiera ser en forma exclusiva, pues el género se construye también en la economía y la política          
    El cuarto aspecto del género para Scott, es la identidad subjetiva. En este aspecto coincide con la antropóloga Gayle Rubin, en que el psicoanálisis ofrece una teoría importante respecto a la “transformación de la sexualidad biológica de los individuos a medida que son aculturados”.  Aunque -destaca Scott-, si la identidad genérica se basa solo en y universalmente, en el miedo a la castración, se niega el propósito esencial de la investigación histórica.
Las historiadoras -sostiene-  necesitan investigar las formas en que se construyen sustancialmente las identidades genéricas y relacionar sus datos con una variedad de actividades, organizaciones sociales y representaciones culturales históricamente específicas. 
    Para Scott, la 1ª parte de su definición de género está interrelacionada a los cuatro elementos ya descritos, y estos -nos señala- ninguno funciona sin los demás, aunque no necesariamente simultáneos. La autora considera que el esquema utilizado para el proceso de construcción de las relaciones de género podría usarse para discutir la clase social, la raza, la etnicidad o cualquier otro proceso social.  
    La 2ª proposición de Joan Scott sobre género,  cual es la teorización del mismo, se fundamenta en que: “el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder”, o el “género es el campo primario en el cual o por medio del cual se articula el poder”, y el género si bien no es el único campo, parece haber sido una forma persistente y recurrente de facilitar la significación del poder en la tradición occidental, judeocristiana e islámica”.
    Luego Scott “anclando” en Pierre Bourdieu, rescata el concepto de la “di-visión del mundo”, basada en referencias a “diferencias biológicas, en especial a las referidas a la división del trabajo de procreación y reproducción” las cuales -según la autora- y como argumento de Bourdieu, actúa como la “mejor idea fundada de las ilusiones colectivas”. Determinados como un conjunto objetivo de referencias, los conceptos de género estructuran concreta y simbólicamente la percepción y la organización de toda la vida social; las referencias instauran distribuciones de poder; es decir el género está implicado en la concepción y construcción misma del poder. 
    Prosiguiendo con la lectura y la clara orientación que nos brinda Scott, se puede entender por lo tanto, que el género facilita un modo de decodificar significado y de comprender las complejas conexiones entre varias formas de interacción humana; hay una naturaleza recíproca entre género y sociedad, y es así como se puede entender como la política construye el género y el género construye la política.
    Para Scott, la política es solo una de las áreas en que se puede usar el género para el análisis histórico, sin dejar de considerar que la historia política ha sido el lugar de mayor resistencia a la inclusión de material e incluso de preguntas sobre las mujeres y el género.  Scott nos ilustra y  ejemplifica claramente, con respecto a algunos hechos históricos, en este caso las conexiones explicitas entre género y poder (por referir algunos: Isabel I en Inglaterra, Catalina de Médicis en Francia, el caso de las sans culottes  en la Revolución Francesa, y María Antonieta; o en casos por analogías, no necesariamente matrimoniales o heterosexuales, como el mundo político islámico medieval, o la Grecia clásica.  Por otro lado, Scott observa la insuficiencia de estudios e investigación en lo que concierne a la relación de la mujer con regímenes autoritarios, como por ejemplo: la hegemonía jacobina en la Revolución Francesa, o el manejo del poder por parte de Stalin,  o cuando se implementó el nazismo en Alemania, o cuando triunfa y gobierna el ayatollah Jomeini en Irán. En estos casos mencionados, de una u otra manera los gobernantes habían legitimado la dominación, la fuerza, la autoridad central como algo masculino (y los enemigos, los de afuera, fueron considerados subversivos, débiles, en categoría de femeninos). De todas manera, Scott nos señala, que de los ejemplos citados, el tipo concreto de relación -relaciones de poder e incumbencia de la mujer- no constituyen un tema político universal, ya que algunos movimientos socialistas y anarquistas han rehusado por completo  las metáforas de dominación y han presentado sus criticas de ciertos regímenes, con imaginación, en términos de transformaciones de la identidades de género.
    Amén de las conexiones explicitas entre género y poder, Scott nos ilustras sobre las situaciones implícitas en atención al género, las que constituyen una parte crucial de la organización de la igualdad y desigualdad, y nos señala que las estructuras jerárquicas se basan en la comprensión generalizada  de la llamada relación natural entre varón y mujer. Hubo procesos históricos en que los términos del discurso no eran explícitamente sobre género, pero se fortalecían con referencia al mismo. Y continúa Scott, “la codificación genérica de ciertos términos establecía y naturalizaba sus significados. Con ello, definiciones normativas de género, históricamente especificas (que se daban por conocidas), eran reproducidas y se arraigaban en la cultura de la clase obrera”, por ejemplo la francesa.    
    Scott expresa que el género es una de las referencias recurrentes por las que se ha concebido, legitimado y criticado el poder político; y señala que para reivindicar el poder político, la referencia debe parecer segura y estable, fuera de la construcción humana, es decir parte del orden natural o divino; de esta forma la oposición binaria (varón / mujer) y el proceso social de relaciones de género forman parte del significado del poder; el cuestionar o alterar cualquiera de sus aspectos amenaza a la totalidad del sistema. No obstante, la autora, apostando al contexto del tiempo y del espacio, en una expresión de optimismo y anhelo nos indica que es posible “escribir la historia de este proceso únicamente si reconocemos que varón y mujer  son al mismo tiempo categorías vacías y rebosantes. Vacías porque carecen de un significado último y trascendente. Rebosantes porque, aun cuando parecen estables, contienen en su seno definiciones alternativas, negadas o suprimidas”.
    Scott, sostiene que hay que preguntarse constantemente que es lo que está en juego en las proclamas o debates que invocan el género para explicar sus posturas, pero también como se invoca y reinscribe la comprensión implícita del género.
    Finalmente Scott se realiza numerosos interrogantes, entre los que resaltamos los siguientes: ¿Cual es la relación entre las leyes sobre las mujeres y el poder del estado?,  ¿Por qué han sido invisibles las mujeres como sujetos históricos, si sabemos que participaron en los grandes y pequeños acontecimientos de la historia humana? ¿Ha habido alguna vez conceptos genuinamente igualitarios de género sobre los cuales se proyectaron o construyeron los sistemas políticos? Por último, la autora sostiene -y lo suscribimos- que la investigación sobre estos temas producirá una historia que dará nuevas perspectivas a viejos problemas, es decir con nuevas coordenadas; se hará visibles a las mujeres como participantes activas y creará una distancia analítica entre el lenguaje aparentemente estable del pasado y  nuestra propia -la de las mujeres- terminología. Para Scott, una nueva historia sugiere que el género debe redefinirse y reestructurarse junto con una visión de igualdad política y social que comprende no solo el sexo, sino también la clase y la raza.      

UNA POSICIÓN DISTINTA SOBRE GÉNERO: La de Jacques Arènes:

    El psicoanalista francés Jacques Arènes en un ensayo[1] inherente a género, nos señala que, “La “teoría del género” que comenzó por el rechazo del mundo patriarcal, llega hoy al cuestionamiento mismo del modelo heterosexual. La reivindicación de la igualdad entre los sexos, al cuestionar la neta diferenciación clásica, ha ido llevando a una lógica de “indiferenciación”.
Para Arènes, en este proceso, que se aleja de la mera noción de “naturaleza” para valorizar cada vez más la “cultura”, ha emergido la noción del “género” (gender)
    La cuestión homosexual en particular -nos señala-, se convierte en el centro del rechazo del “hétero-centrismo”, sustento de la cultura heterosexual.
Sin dejar de tener en cuenta el número de las personas involucradas, se interroga: ¿Por qué la cuestión homosexual ocupa hoy tanto espacio en nuestra cultura?
    En otro momento de su trabajo nos dice: “Si en la gender theory  la representación prima y la auto-transformación llega a ser un valor en si misma, es por que la dinámica de la representación se ha desprendido de su anclaje corporal: el cuerpo mismo aparece como virtualizable y remodelable”. 
    Arènes opina que, algunos “nichos ecológicos” de lo masculino, en su forma más agresiva, se mantienen sin embargo muy vivos, como por ejemplo en el mundo deportivo, verdadera nueva “casa de los hombres” -así los categoriza-.
Este psicoanalista, como resultado de su experiencia profesional nos dice: “es sideral el contrate entre el discurso social que denuncia la dominación masculina -algo impuesto como “políticamente correcto”- y lo que se escucha en el tratamiento sicoanalítico”. “Por un lado, los hombres que se analizan, provenientes de clases acomodadas, sobre todo entre los 40-60 años, se sienten culpables, llegan a odiarse: no supieron escuchar a su compañera, tampoco hablarle, y no encontraron como ocuparse de sus hijos. Por otro lado, el mundo social muestra, especialmente en las clases más desfavorables, una real voluntad de dominación masculina, emergente de su frustración ante la superioridad del nivel educativo de sus hijos. Este contraste marca una neta diferencia de clases y generaciones: algunas, por edad, están marcadas por la conflictividad entre los sexos (entre los de 40-70 años); otras parecen más pragmáticas. Ciertas mujeres jóvenes se acomodan así, no sin fatalismo, a la inconsistencia de una parte de sus congéneres masculinos. Por lo demás, la mayor parte de los jóvenes adultos escuchados en psicoterapia no sufren por el desdibujamiento paternal, más bien lo contrario. Su problemática es con frecuencia la inversa: una gran presencia de lo maternal y una imagen paternal esfumada. La nostalgia del padre -y del cuerpo del padre- es un rasgo -entre otros- de la homosexualidad masculina: también en esto la cuestión gay retoma el interrogante general  de búsqueda y de perdida de la figura paterna en ciertas generaciones emergentes”.
    En otro momento, Arènes traduce a Judith Butler, teórica del gender, y remarca como la autora sostiene que la heterosexualidad es una forma de violencia interna construida sobre el rechazo de una “mismidad” primera: todo heterosexual sería nostálgico de los primeros momentos de su vida en los que el género es más ambiguo. Arènes propone dar vueltas el argumento y expresa: “nuestra época siente nostalgia no tanto de las jerarquías del patriarcado sino de una cierta relación con la alteridad que liberaría la autodefinición constante de si mismo. Tendríamos que convencer a nuestros contemporáneos de que la alteridad no es fatalmente lugar de dominación”. Además Arènes, está convencido que el avance del desdibujamiento de los géneros no supone el fin de los poderes, por el contrario -afirma-, quienes anteponen sin más lo positivo del placer de los cuerpos niegan que el placer, sea cual fuere, siempre tiene su sombra, como un cuerpo bajo el sol. El placer del cuerpo -nos dice- responde al de otro cuerpo en búsqueda de alteridad, pero también de poder, de señorío, de dominación. Cree, que la competición narcisista acaba de comenzar.  

EL GÉNERO: “PRESENTE” EN LOS PROGRAMAS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS NACIONALES      

    En el documento de Bases Programáticas [1] que presentó Coalición cívica (segunda fuerza política resultante de la reciente contienda electoral llevada a acabo  el domingo 28 de Octubre de 2007 en nuestro país(Argentina), dentro del gran capítulo: Contrato Republicano, se puede observar como subtitulo: “Género: la transversalidad como objetivo”.
   Sin duda, en el contexto de nuestra sociedad de índole predominantemente patriarcal-machista, resulta halagüeño el panorama que se vislumbra; se observa un ambiente de mayor debate de “estos temas”, la emergencia de corrientes intelectuales “innovadoras”; pareciera que la sociedad empieza a asistir a cierto desprejuicio,  sea por la predisposición inclusiva de algunos temas -antes prohibidos-por parte de los partidos políticos, en este caso genero, como a otros “grandes” temas -pendientes- que al presente  resultan ya,  ineludibles. 
   
    A continuación se reproduce, lo que a mi entender creo de mayor relevancia (el resto del material se anexa a esta presentación)
1- “Difundir una imagen social no estereotipada de las mujeres, ajustada a su realidad actual y avanzar en la concientización y sensibilización sobre los efectos de la discriminación de género y en particular, sobre la problemática de violencia física, psicológica y sexual “.
2- “Difundir los derechos de las mujeres y mejorar los mecanismos que resguarden el acceso a la justicia y el ejercicio de sus derechos. Una de las estrategias consiste en introducir la perspectiva de género en la formación de profesionales de la justicia y operadores/as jurídicos/as, y en toda reforma judicial y legislativa”.
3- “Organizar un reparto equitativo de las responsabilidades domésticas: se reconocerá licencia por paternidad a ambos padres, igualmente para el cuidado de familiar enfermo”.

Con respecto a la violencia contra las mujeres, Coalición Cívica propone -entre otras medidas-.
1- “Otorgar rango constitucional a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la Mujer.
Implementar un Plan para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres y brindar asistencia integral a las víctimas, cuyos ejes centrales son: sensibilizar, formar y capacitar funcionarios/as y personal que intervengan en el tratamiento de los hechos de violencia de género sobre la problemática de derechos humanos y violencia contra las mujeres. Sensibilizar a la población, instituciones gubernamentales y no gubernamentales sobre la problemática de la violencia de género y sus efectos personales y sociales negativos “.

Finalmente, es digno destacar que en este paquete de propuestas de Coalición Cívica, también encontramos temas como: Diversidad sexual: el derecho a ser diferente (material que se anexa a este ensayo).

LA PERSPECTIVA DEL GÉNERO EN EL MAPA DEL PODER POLÍTICO ACTUAL
  
     Inédito como especial  resulta el actual momento político de nuestro país, toda vez que el electorado ha optado por tres mujeres a la máxima investidura, en guarismo que se acercan al 70 % del total de sufragios emitidos: Cristina Fernández con 8197576  (44.91%), Elisa Carrió  con 4189057 (22.95%), y Vilma Ripoll con 138463 (0.76 %)[1].
    Ricardo Coler, en un interesante artículo  [1] nos apunta: “Que una mujer llegue al poder no significa por ningún concepto que vaya a gobernar como una mujer. Por lo general, ocurre todo lo contrario, Cualquier observación al respecto es discriminatoria:, nada le impide a una mujer, por ser mujer, manejarse en la política como un varón”. “La corrección política nos obliga a repetir hasta el cansancio que el sexo de quien desempeña el cargo es irrelevante, y esto no deja de ser -entre nosotros- lamentablemente cierto”. Y luego señala: En nuestra sociedad, el poder tiene características masculinas y masculiniza en quien lo ejerce. Quizá por eso tenemos la fantasía de que si una mujer ocupa un cargo y cuenta con ideas propias será dura, distante y un poco más nerviosa; de ninguna manera, la forma en que puede ejercer el mando es siempre masculina. Distinto de como se manejan en las sociedades donde mandan las mujeres como mujeres: las sociedades matriarcales”.                                                                                
    En otro momento Coler se explaya sobre las sociedades matriarcales, señalando: “En las sociedades matriarcales importa y mucho, qué sexo manda. A nadie se le ocurre decir que da lo mismo, que puede ser cualquiera y que no interesa si los encargados de conducir son hombres o mujeres. Allí mandan las mujeres, y punto. Pero lo fundamental no es que manden ellas. Lo fundamental es que lo hacen con un estilo propio, sin copiar el modelo masculino. Hay muy pocas sociedades en las que las mujeres, por su condición de mujeres, son las que mandan. En las sociedades matriarcales ninguna mujer ejerce el mando como lo hace el varón de nuestra sociedad. Y les va tan bien, que sus hombres ni protestan ni se burlan. Al contrario: ellos son los principales defensores del sistema”. En las sociedades matriarcales -agrega Coler-, “las mujeres son las únicas que pueden tener propiedades a su nombre, dinero en el bolsillo y casa propia. El apellido que se usa es el apellido materno y heredan sólo las hijas. El cuidado de la familia es la prioridad número uno. Tanto es así que cuando les va bien -y ése es siempre el caso-, cumplen con el sueño de tener un hogar fuerte. Allí no saben lo que significa el maltrato. Es más: la principal característica de una sociedad matriarcal es la ausencia de violencia en todos los niveles, tanto entre hombres como entre mujeres. Ellas se ocupan de que a nadie se le ocurra mostrarse agresivo. Cuando una mujer da una orden, ningún hombre, ni el mejor plantado, se atreve a discutirle. Además, cuando la mujer imprime su marca, el tramado social es siempre fuerte y no existe el desamparo”.                                                                                                                       
    Entonces, para nosotros -nos apunta Coler-, ¿Qué significa que un presidente gobierne como una mujer? En principio, la única manera de contestar a eso es con prejuicios, creyendo que sabemos cómo son las mujeres. Y no es tan fácil decir qué define a una mujer. La maternidad, por ejemplo, no lo hace. Hay muchas mujeres que no quieren ser madres y sin embargo siguen siendo mujeres. La anatomía tampoco: genéticamente ellas pueden ser de órganos sexuales indefinidos, no enterarse nunca y ser aceptadas como mujeres. ¿Que le gusten los hombres? Sobre este punto, ni hace falta explayarse. Pensar que puede beneficiarnos que la presidenta sea una mujer es más simpático que pensar que va a perjudicarnos. Más simpático, pero igual de ingenuo. Nuestra sociedad carece de espacio para desplegar lo femenino desde el poder. Imaginemos si lo hiciera: ¿Cuánto podría durar antes de ser devorada? Si va a haber algo para agradecer o para reclamar, va a ser como presidenta. Dejemos la cuestión de la imagen para los publicistas”. Y Coler concluye: “Hoy por hoy, hay una única manera de ejercer el máximo poder: como un hombre. Lo llamativo es que no hace falta ser un varón para eso. Hombre o mujer, cualquiera puede hacerlo”.


CONCLUSIONES: En mi condición de médico, conciente del déficit  formativo sobre el tema que nos ocupa, por causas diversas: insuficiencia en los programas de enseñanza, el modelo hegemónico de salud publica vigente, la medicina y su naturaleza de “ciencias duras”, el positivismo médico, la relación medico-paciente de tipo piramidal -todavía-, los numerosos prejuicios que me embargan, y tantos otros motivos, me permitieron sin embargo -maestría mediante- poder “empezar” a “pedirme”, empezar a “solicitarme”, y sobre todo, avocarme e indagar este tipo de temas y, por analogía a todo lo que de ello derive; una empresa nada fácil -sin duda-, aunque, los primeros pasos -creo- están dados.   


                                                           Ramón H. Álvarez, 02/11/2007


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BIBLIOGRAFIA:



Wallace Scott, Joan. 1999. “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Navarro, Marysa y Stimpson, Catherine Sexualidad, género y roles sexuales.  Fondo de Cultura Económica. México, pag. 37-75.

Arènes, Jacques. 2007. “La cuestión de “género” o la derrota del hombre heterosexual en Occidente”, en Revista Criterio Nº 2328 / VII 2007. Traducción: Alberto Azzolini, pag. 341-346.

Confederación Nacional Coalición Cívica.  Octubre 2007.  BASES PROGRAMÁTICAS DE GOBIERNO PARA UNA REPÚBLICA IGUALITARIA 2007”,  en http://www.partidosocialista.com.ar/

Diario La Nación. 01/11/2007. Elecciones2007/resultados. (Estas cifras corresponden al 96,5 % de las mesas escrutadas), en   http://www.lanacion.com.ar/coberturaEspecial/

Coler, Ricardo, 31 de Octubre 2007. ANÁLISIS: “No es algo a lo que estemos habituados”: Una mujer en el sillón, en diario La Nación, en http://www.elliberal.com.ar/secciones.


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OBSERVACIONES: se refieren otras fuentes de consulta que me facilitaron el marco conceptual.
 
Butler Judith. 2001. EL GÉNERO EN DISPUTA El feminismo y la subversión de la identidad. México: Paidós, pag 9-26

Sedgwick, Eve. 1998. “EPISTEMOLOGIA DEL ARMARIO”. Barcelona: Ediciones de la Tempestad. Introducción axiomática, pag.11-83.






















¿Odio?

Lo conocimos enjuto y sin una minúscula expresión de cordialidad en su rostro, y jamás abandonó su hipocresía; aunque claro, uno viene al mundo con ciertos dones y con ellos se retira. Cómo hacía aquella execrable criatura para apostarse y cuadrarse siempre ante todo atril por ahí suelto y desplegar su tóxica vocinglería, un misterio.                                                      
Era un incordio interminable  de expresiones tristes, melancólicas, y lúgubres; por ejemplo, era común en su discurso la palabra mustio, y vaya si la repetía; lo más dulce que conoció su obra, si se le puede llamar como tal, fue la palabra geranio y la expresión pájaro herido.
Hay gusto para todos, como seguidores tiene el infierno.
Hombre abyecto de espíritu enmohecido, ¿Quién, cómo y cuándo, inscribirá tu lápida? Por ahora un ejército expectante de denostadores palpita sediento tu pronta y trágica partida. Te odian y bien lo sabes,…ensanchas el pecho.
Te vieron en unas cuantas envilecerte hasta el verdadero hedor, rapaz energúmeno de gélidas noches. Ruin aún para tus ignotos aduladores, quienes sin embargo, con sus repugnantes hojarascas a cuesta te siguen, cual noble caballero, por mar y tierra.
Carroña caminante, desde lejos anuncias tu presencia y las de tus bufones.
La muerte, ya grabada en tu rostro, aun cuando de verdad y en hora buena, de una vez por todas la estamos esperando, no terminará con tus trágicos e impiadosos recuerdos. La memoria de tu innecesario paso por esta vida, perdurará cual maldita sentencia, y como si fuera poco, cargaremos con tu intrascendencia cual perversa ironía.
Nunca se supo, que de tu parloteo hecho palabra escrita, se haya escapado por casualidad algo creativo entre tanto estiércol de verba y sinsentidos.
 Exhalas odio por doquier; usurpador de sueños y fantasías, y en tus macabras exhibiciones  esperas desafiante, el ruidoso circo de tus adláteres infames.      
 Se sabe por ahí, que no hay tempestades, terremotos, o erupciones en donde tu macabro  rostro no esté siempre allí presente; tampoco plagas ni peste en que alguna bruja o hechicero,  traten vanamente de mil formas expiar.
 Tu obra hibrida y por ende estéril,  no deja resquicio sin espinas, fuego, dolor y muerte.
 Eres insignificante y mísero, pero aún, por más lejos que se escuchen tus oxidadas campanas,  rápidamente una legión de seguidores a tu encuentro marchan.    
Aún odiándote, no nos alcanza para paliar nuestra sed de venganza, idiota de la desesperanza.   
Es tanto el ensañamiento contra ti bazofia malnacida que nuestro rencor no nos permite saber, si aún vives o, si ya estás muerto.   

 RHA

viernes, 11 de diciembre de 2015

Un sueño hecho realidad



Si bien, siempre esbelta y algo altanera; esta vez, sentada y, sus rodillas tocándose entre sí, pies hacia atrás separados y flanqueando ambos las patas delanteras de la silla, espalda hacia adelante  y manos apoyadas sobre ambas rodillas; su cabeza algo inclinada, como no queriendo afrontar el horizonte,  proyectaba su mirada a no sé qué punto o costado del piso quizás; pero…, mirada fija y perdida, mirada sin ver; qué más da, ella y su desconsuelo, diría, ella y su regresión…   
Con cautela y quizás con cierta ternura, de atrás apoyé mi mano derecha sobre su hombro también derecho; y cerrando mis ojos la amarré lentamente y de apoco la fui soltando, como ella fue soltando sus lágrimas para terminar sollozando.
Y sí…, la tarde anterior su amiga me había contado que no creía que esta vez el papá de Chabela sobreviviría.                                                                                                                              

Cuando entré a la sala fúnebre, nos abrazamos una eternidad; y más desahogados ya, deslicé suavemente mis dedos sobre sus mejillas, mientras un frío intenso invadía mi espalda al mismo tiempo que mi piel gallina me delataba; la puta que sueño de mierda…!

Ramón H. Alvarez 

¿Por qué escribo?,¿Para quién escribo?




Para comunicarme con los lectores que nunca llegaré a conocer.

  
     

Para comunicarme con los lectores que nunca llegaré a conocer.
Elegí esa definición, pero bien podría haber sido  “por el inmenso placer que me provoca”.
Según la historia y sobre todo los que la narran, Sócrates sostenía que el discurso era un “arte textil”; fantástica definición; y de su definición o sentido, entiendo que, el discurso es el arte que exige de su cultor: armar, tejer, o entrelazar -si vale- una red armónica de ideas, para luego expresarlas a través de la palabra -logos-, acto previo se requiere un razonamiento, y luego -ahora sí- la argumentación hecha palabra.  
Visto así, alguien podría preguntarse ¿Es lo mismo el discurso a través del habla, que la palabra escrita en la variedad que fuere?
Si y no, pero básicamente creo que es lo mismo, en tanto y en cuanto en ambas formas es imprescindible un receptor. En ambas formas es un juego donde, para que exista un receptor necesariamente debe existir un emisor.  Y emisor-receptor se comportan como unidad; es retro-alimentación, es un ida y vuelta, es un dia-logo, donde las partes ocupan el escenario principal, y danzan amarrados por empatías, algunas a la vista, otras -quizás- imperceptibles.
A veces y no pocas, el emisor es a la vez receptor, y esto..., por esas “cosas de la vida”, se prolonga una eternidad. ¿Qué extraño fenómeno no? Nos regodeamos y nos nutrimos de lo que sentimos, escuchándonos o leyéndonos a nosotros mismos. Es como si en una noche negra, sin luna ni estrellas, hiciéramos pie fuerte afirmándonos, y cerrando los ojos nos tranquilizáramos  al saber que existimos…
Y cuando digo “Para comunicarme con los lectores que nunca llegaré a conocer”, me resulta gracioso el pensar, que aún cuando me leo, sea para corregirme, para pulirme, sencillamente para “mejorarme”, descubro que por haberme “mejorado” me desconozco, soy otro, no soy -al menos- en este cuento, o aquel poema o ensayo el mismo que era un instante antes. Y salgo reconfortado, mis energías y estado de ánimo han logrado un estado de paz, de calma…; y me ayuda a afrontar con vigor la selva diaria del “mundo de la vida” (como dice Habermas).
¿Los “grandes” escritores, experimentaran estas sensaciones?
Otro interrogante ¿Los grandes escritores -o al menos los famosos-, intuyen o prevén que sensaciones despertarán en sus lectores, o que interpretaciones darán los lectores a sus creaciones?
Pienso que la trascendencia de algunas obras (“el éxito” para algunos,), lo es 
-entre otras cosas- por muchos motivos jamás imaginados por sus creadores.
¿Será?... 

Ramón H. Alvarez