Lo conocimos enjuto y
sin una minúscula expresión de cordialidad en su rostro, y jamás abandonó su
hipocresía; aunque claro, uno viene al mundo con ciertos dones y con ellos se
retira. Cómo hacía aquella execrable criatura para apostarse y cuadrarse
siempre ante todo atril por ahí suelto y desplegar su tóxica vocinglería, un
misterio.
Era un incordio interminable
de expresiones tristes, melancólicas, y lúgubres; por ejemplo, era común
en su discurso la palabra mustio, y
vaya si la repetía; lo más dulce que conoció su obra, si se le puede llamar
como tal, fue la palabra geranio y la
expresión pájaro herido.
Hay gusto para todos,
como seguidores tiene el infierno.
Hombre abyecto de
espíritu enmohecido, ¿Quién, cómo y cuándo, inscribirá tu lápida? Por ahora un ejército
expectante de denostadores palpita sediento tu
pronta y trágica partida. Te odian y bien lo sabes,…ensanchas el pecho.
Te vieron en unas
cuantas envilecerte hasta el verdadero hedor, rapaz energúmeno de gélidas noches.
Ruin aún para tus ignotos aduladores, quienes sin embargo, con sus repugnantes
hojarascas a cuesta te siguen, cual noble caballero, por mar y tierra.
Carroña caminante, desde
lejos anuncias tu presencia y las de tus bufones.
La muerte, ya grabada en
tu rostro, aun cuando de verdad y en hora buena, de una vez por todas la
estamos esperando, no terminará con tus trágicos e impiadosos recuerdos. La
memoria de tu innecesario paso por esta vida, perdurará cual maldita sentencia,
y como si fuera poco, cargaremos con tu intrascendencia cual perversa ironía.
Nunca se supo, que de tu
parloteo hecho palabra escrita, se haya escapado por casualidad algo creativo
entre tanto estiércol de verba y sinsentidos.
Exhalas odio por
doquier; usurpador de sueños y fantasías, y en tus macabras exhibiciones esperas desafiante, el ruidoso circo de tus adláteres infames.
Se sabe por ahí, que no
hay tempestades, terremotos, o erupciones en donde tu macabro rostro no esté
siempre allí presente; tampoco plagas ni peste en que alguna bruja o hechicero, traten vanamente de mil formas expiar.
Tu obra hibrida y por
ende estéril, no deja resquicio sin
espinas, fuego, dolor y muerte.
Eres insignificante y
mísero, pero aún, por más lejos que se escuchen tus oxidadas campanas, rápidamente una legión de seguidores a tu encuentro marchan.
Aún odiándote, no nos
alcanza para paliar nuestra sed de venganza, idiota de la desesperanza.
Es
tanto el ensañamiento contra ti bazofia malnacida que nuestro rencor no nos
permite saber, si aún vives o, si ya estás muerto.
RHA
No hay comentarios:
Publicar un comentario